jueves, 27 de enero de 2011

BRECHA DIGITAL

Una joven compañera se me ha acercado esta mañana para decirme, contenta, que una nota de empresa que emitimos ayer había tenido un gran éxito en Twitter. Ella es la encargada del seguimiento de las redes sociales en nuestro departamento.

Y después de soltar lo del amplio eco: “más de cien referencias y enlaces a la noticia” ha interrumpido la sonrisa con la que la decía y casi excusándose ha medio preguntado: ¿sabes lo que es Twitter, verdad? No ha sido su duda lo que me ha dejado mal; es todo lo que esa duda implica.

Dándole vueltas he recordado otra escena cuyo significado no supe interpretar en su momento. Hace unos meses, en la calle, me encontré con una persona joven a la que conocía que me dijo: te he visto en Facebook; y añadió: “no imaginaba que estuvieras en Facebook”. La sentencia cobra hoy, a mis ojos, toda su dimensión.

Pero aquí estoy, en este blog, me digo, dándome ánimos. La fractura generacional no es hoy cosa de la música o del cine; de sus gustos asociados. La brecha digital nos separa, creo que irreparablemente. Las reflexiones de “Guerra y Paz” y de “Conversación en la Catedral” que tanto me gustan; ni siquiera las ocurrencias de Oscar Wilde o de Woody Allen que tanto me divierten caben en los caracteres de una línea del Twitter.

Soy otro tiempo. Mi periodismo, por ejemplo, es progresivamente sustituido por ése que llaman periodismo ciudadano, el que corre por las redes sociales. No sé cómo expresar lo que disfruto con el papel y la tinta del periódico tradicional; la que mancha los dedos.

Hace 20 años, en los primeros noventa (cuando la compañera que duda si sé lo que es Twitter, o la que se sorprendía de mi participación en Facebook apenas estarían en la enseñanza primaria) se anunciaban unas novedades que nadie podíamos imaginar iban a modificar con tal profundidad nuestros comportamientos.

Recuerdo, por ejemplo, la Feria Universal de 1992 en Sevilla. La teníamos como el escaparate de lo que nos esperaba en el nuevo siglo, la antesala a la modernidad más moderna. Pues bien, en aquella feria, en las miles y miles de páginas que inspiró no es posible encontrar una sola referencia, una, a Internet. ¿Imagina alguien la vida hoy, sin Internet?

Hubo que esperar mucho tiempo, hasta 2000, para empezar a oír hablar de Google, de los buscadores a gran escala. Y sin embargo, es posible que mis jóvenes amigas crean que existe desde casi siempre. El objetivo de Google era poner todo el conocimiento y toda la información al alcance de todo el mundo. Habrá quien piense, a partir del despliegue de Wikileaks de los últimos meses, que el objetivo se ha alcanzado. (He seguido con enorme interés las revelaciones pero me excuso: lo he hecho a través del papel impreso).

No he llegado a los juegos a los que casi ni por curiosidad me he asomado, aunque los ha habido en casa. Bueno, alguna tarde reciente he hecho muchas risas con la Wii. Pero no quiero que esto sea un rosario de mis miserias con el mundo cibernético (creo que así le decíamos hace mucho).

Este blog es sólo un desahogo. Basta mirar el calendario para certificar que soy de otro tiempo; pero juro que había oído hablar, que incluso conozco los fundamentos de su funcionamiento, de Twitter, de Facebook, hasta del Tuenti, siquiera por lo que sé de ello a través de las informaciones de la prensa impresa.

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