En mi memoria, en todos mis recuerdos, septiembre se asocia a regatas de traineras en La Concha, un compromiso ineludible de los dos primeros domingos del mes. Y cuando la última embarcación de la tanda de honor del segundo domingo toma la ciaboga y emprende el regreso a la bahía, se instala la certeza de que el verano ha terminado
Estos últimos años las regatas tienen el aliciente añadido de la regata clasificatoria, siempre el jueves anterior al primer domingo. El espectáculo de anteayer en el pequeño puerto de San Sebastián es, visualmente, muy difícil de superar: 24 traineras en el agua, 312 remeros con sus camisetas de todos los colores componen una paleta multicolor que se hace estallido en tierra, en los miles de personas que manifiestan su apoyo vestidas con los colores de la tripulación a la que animan
En los lugares más inverosímiles asomados al puerto y desde las laderas del monte Urgull confraternizan en combinaciones imposibles los blancos de Pedreña, los azules de Urdaibai, rojos de Zumaia, verdes de Hondarribia, morados de San Pedro, rosas de San Juan… y amarillos de Orio. Orio no alcanzó la clasificación y no estará esta vez en la competición que en algún momento casi sintió como propia: ha ganado la bandera de La Concha más de 30 veces, otras tantas ocasiones de celebración y fiesta que ha dado a su pueblo
Yo he sido siempre de Orio. De esta población era Iñaxi Garate, mi abuela paterna, uno de cuyos hermanos, Martín, remó en la trainera y en mi infancia, como los amarillos casi siempre ganaban, era fácil hacerse adepto. Los niños han tenido siempre una peligrosa tendencia a asimilarse a los colores triunfadores. Pasa en el fútbol: todos los niños hoy quieren ser del Barcelona y hasta conocí algún caso de chavales bilbaínos que eran de la Real Sociedad cuando ganamos las Ligas de comienzos de los ochenta
Acerca de Orio, de la trainera, de la bandera de La Concha que, naturalmente, ganaba, del reflejo de este hecho en la prensa, trataba el único cuento que he escrito para un certamen literario. Afortunadamente no conservo copia y sólo recuerdo que era torpe, primario, bastante infantil y probablemente mal escrito; puro sentimiento.
Sin apasionamiento, en La Concha no he dejado de ser un oriotarra más (oriorratas decían, creo que involuntariamente, en TVE cuando empezaron a televisar las regatas) y guardo en mi recuerdo la impresionante exhibición del segundo domingo del año pasado, insuficiente para ganar de nuevo la bandera pero bastante para dar un golpe de autoridad que, sin embargo, ha durado muy poco. Cada quien tiene derecho a comparar y asimilar imágenes y recuerdos como le venga en gana y lo de Orio en septiembre de 2010 me transportó a Montreal 76, al segundo 400 de Juantorena en la final de 800 metros. No tengo ni idea del porqué de la asociación, pero así es para mí
Aun no clasificándose, me emocionó el aplauso de los espectadores vestidos de amarillo a la tripulación cuando desembarcaba; el aplauso ratificaba la serenidad y madurez con la que el pueblo ha asumido la pequeña tragedia que representa ver perder a su principal enseña la máxima categoría entre las traineras y descender a la segunda división
¿A qué es equiparable este descenso? Muchos han dicho que es como si el Real Madrid bajara a segunda, un ejemplo de condición imposible. Si preguntáramos en Argentina nos dirían que la condición imposible se ha cumplido este mismo año en el descenso de River Plate, el club más laureado de la sociedad más futbolera del planeta
Y en fútbol argentino, que sigo de cerca como sigo la política, la economía, el cine y la literatura argentinas, soy de River. ¡Qué le vamos a hacer! Me enseñó a serlo Juanjo Bengoechea entre Buenos Aires y Lomas de Zamora. Me ratificaron en Mendoza los Giménez Riili (he sentido el desgarro del amigo Pablo, apenas compensado por los 93 puntos de Parker al impresionante Altamira Malbec 2007 de su bodega
Afuera sigue lloviendo. Mi confianza es que descargue todo hoy y el único agua de mañana domingo sea el del mar Cantábrico sobre el que bogarán las ocho traineras en busca del derecho a hacerse, siete días más tarde, con el trofeo más preciado: la bandera de La Concha.
Yo también era de Orio de chaval ¿Quién no lo era? Ederra idatzia.
ResponderEliminar