José Efraín Elías es periodista guatemalteco que ejerce en Guatemala capital. Tuve la suerte de compartir con él muchas horas de conversación y copas y hasta algún rato de estudio en los años que coincidimos en la Universidad, en Pamplona. Tenía un interés superlativo por todo lo concerniente al País Vasco del que conoció la historia y el largo contencioso que mantenía con España en la versión que le dábamos sus amigos, por entonces todos nacionalistas vascos.
Pepe Elías se atribuía, en los momentos de euforia, la condición de eusko-guatemalteco y se decía a sí mismo Pepelintxo. No eran aún las siete y media de esta tarde, apenas habíamos tenido tiempo de una lectura apresurada del comunicado de ETA anunciando el cese definitivo de la lucha armada, de ver el video y escuchar el audio con la declaración, cuando he recibido un e-mail firmado por Pepelintxo. Zorionak desde Guatemala, finalizaba. “Os queda un largo camino en busca de la concordia”, advertía en su breve e inmediata reflexión.
Un largo camino en busca de la concordia, me he repetido varias veces en el paseo de la playa al que, como de costumbre, me he asomado en busca de inspiración. Y donde, inopinadamente, me ha abordado un equipo de televisión para pedir mi valoración, precisamente, sobre la declaración de ETA. No recuerdo muy precisamente la respuesta y tampoco he tenido la curiosidad de verla reproducida aunque he sabido, por las muchas llamadas y sms que he recibido esta noche, que ha sido emitida por Tele 5. ¡Nunca hubiera pensado que los informativos de esa cadena tuvieran tanta audiencia en Euskadi!
Sé que he afirmado que el anuncio de cese definitivo merece una celebración. Acababa de responder al correo de Pepelintxo en el mismo sentido: le he prometido levantar una copa por él y mientras el champán se enfría escribo estas líneas.
Ilusionado y optimista, creo que es la buena noticia que esperábamos quienes tantas veces hemos lamentado la pervivencia del terrorismo en nuestra sociedad, pervivencia a la que hemos atribuido bastantes de nuestros males y, seguramente, alguna de nuestras incapacidades. ETA ha tenido muchos años como rehén a la sociedad vasca y a parte de la sociedad española y, al mismo tiempo, ha sido manipulada como argumento de base política a quienes les faltaban otros argumentos, precisamente políticos.
Tan optimista y generoso me siento que hasta comparto una simpleza disfrazada de opinión repetida estas últimas horas: no hay razón para la alegría pues la declaración debería haberse producido hace mucho tiempo; incluso no tendría que haberse producido nunca porque ETA no debía haber existido. Supongo que quienes así opinan sólo disfrutarán de la salud si se recuperan de la gripe en una semana; no cuando la hayan sufrido quince días. O tal vez piensan que nunca hubieran debido contagiarse del virus de la gripe.
La ilusión me invita a pasar por alto, siquiera hoy, las torpes valoraciones hechas en clave electoral, de mercado de votos, por los principales líderes de los partidos políticos españoles más importantes. En cualquier otro momento me repugnarían: he escuchado al líder del PP decir algo así como que la declaración de ETA es el triunfo de las víctimas. ¡Pobres víctimas!
Objeto de una manipulación incesante, abducidas por los movimientos más antidemocráticos y ultraconservadores, metidas en una espiral en la que no parecen encontrar la salida, habrá entre las víctimas quienes seguramente pensarán, como el rey Pirro, que “otra victoria como esta y estamos perdidos”.
Pero ni el optimismo ni la ilusión de hoy me hacen creer que el largo camino hacia la concordia, en el que todos debemos encontrar nuestro sitio, tenga atajos. El champán está a punto y las promesas que se hacen a los amigos hay que cumplirlas. Va por ti, Pepelintxo.
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