Los Juegos de Londres son ya historia; bueno, más estadística que historia.
Algo de ellos se transformará en leyenda y en su mayor parte será pronto olvido
colectivo.
Pero han sido un hermoso, necesario paréntesis que deberían hacerlos inolvidables
aunque no vaya a ser así. ¡Qué lejana se siente ya la audaz, elegante ceremonia
de apertura!
“El tiempo no se detiene para admirar la gloria”, nos enseñó Chateaubriand
y los Juegos nos dejan multitud de ejemplos para comprobar que es así. Apenas
lo que mitificamos permanece. Será el caso de Michael Phelps, lo será el de
Usain Bolt. Las dos mejores expresiones que puedan presentarse hoy como reflejo
de los logros del hombre.
Ellos son la universalidad que se supone al espíritu olímpico. Lo otro, creo
que puede calificarse como lo contrario, es cierta forma de nacionalismo un
poco casposo; mejor, de aldeanismo. Y es curioso comprobar que esta actitud
paleta gana terreno, precisamente, en el mundo globalizado en el que simulamos
vivir.
Vaya por delante que yo mismo me he portado como un cateto ante la tele; al
menos una vez en estos Juegos: seguí con enorme interés la disputa de la
luchadora alavesa Maider Unda por el bronce en lucha libre frente a una
bielorrusa y me alegré sinceramente por su victoria. ¿Y qué me importa a mí la
lucha libre femenina si lo último que recordaba de esta disciplina deportiva es
a Primo Carnera?
Unos días antes había criticado lo mismo en un local público de Castilla. Me
disponía a ver ganar a Phelps su última medalla individual en los 100 mariposa,
que la tele iba a ofrecer inmediatamente. Otro cliente reclamó que se cambiase
el canal para ver tenis: “si aquí no hay ningún español”, fue su argumento. Por
suerte, seguimos en la piscina.
Seguí al nadador de Baltimore en todo su periplo londinense; de las
clasificatorias a las finales; en sus momentos de gloria y cuando no subió a lo
más alto del podio. Admirable, no; lo siguiente. Y me llené del agua de la
piscina olímpica, siendo como soy un negado para la natación. De nada sirve
nacer bajo el signo de Acuario y vivir a la orilla del mar.
Me deslumbra Phelps pero lo siento demasiado lejano. He llegado a la
conclusión de que en ningún deporte es tanta la diferencia que hay entre un
aficionado y una figura como en la natación. Debe ser el medio, que no es el
natural del hombre: el agua.
Veo más próximo (aguanta la risa, lector) a Bolt. Siempre estaré más cerca
de la marca del jamaicano en los 100 lisos que pudiera estar en los 100
mariposa del estadounidense. Admirable también Usain Bolt, la principal figura
de los Juegos Olímpicos de Londres. Espero que reconocerlo así no represente
merma alguna de la fascinación que siempre sentí por Carl Lewis.
Aunque el tiempo no se haya detenido para admirar la gloria que provocó en unos,
dos, tres, cuatro Juegos aquel hijo del viento.
¿Y Rudisha? Creo que su elegancia corriendo y sobre todo su increíble marca se merecen una mención, por dios.
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