Escribo mientras espero el estreno de la tercera temporada de la serie "House of cards" que nos llega pegada a su estreno en los Estados Unidos. Espero expectante, como lo hago ante un gran partido de Champions. Ya he contado más de una vez que la televisión para mí es fútbol y series.
Las series son la vida. Esa que vivimos, algunas veces. Las que se viven a nuestro alrededor, arriba y abajo, a los lados, en más ocasiones. Las que se ocupan de lo que nos interesó, de lo que nos preocupa y de lo que llegaremos a imaginar, siempre. Eso son las series de televisión.
La confirmación me llegó a finales del año pasado con un episodio que involuntariamente casi viví o, por lo menos, sentí muy próximo: la detención de un profesor de química que fabricaba drogas de diseño (metanfetaminas, creo) en el laboratorio de una casa semiabandonada de un pueblo semiabandonado (Valdefinjas, en Zamora).
Para los iniciados en las series de éxito la asociación será inmediata: "Breaking bad". Mejor serie dramática estos últimos años, tanto por los Emmy como en los Globos de Oro. Para algunos (creo que exageran) es la mejor serie de la historia; es, desde luego, la mejor puntuada.
Para los no iniciados: "Breaking bad" cuenta la historia de un frustrado profesor de química que se pregunta por el futuro de su familia cuando muera, pues le han diagnosticado un cáncer de pulmón inoperable. Decide fabricar metanfetaminas y venderlas para hacer dinero. Y lo que hace, como anticipa el título de la serie, es volverse malo.
Vuelvo a Valdefinjas, Zamora. Junto al químico detuvieron a quienes comercializaban la droga en Toro, Tordesillas y otras localidades próximas. El fin de semana en el que se desarrollaba el operativo policial, del que no supe hasta que se hizo público, pasé por Valdefinjas no menos de media docena de veces. ¡Qué cerca estuve, sin imaginarlo, de "Breaking bad"!
Sigo esperando "House of cards" y a sus protagonistas, los amorales, cínicos y manipuladores Francis y Claire Underwood. A la pareja que llega a la presidencia de los EE.UU. después de pisar todos los charcos de agua sucia que han encontrado a su paso. Pero, todo a su tiempo, ya hablaremos de las cloacas de la política más truculenta cuando hayamos compartido esta tercera temporada.
Y retrospectivamente me asalta un recuerdo. El de "Homeland" que hace poco dejó atrás su cuarta temporada y sin ella nos sentimos un poco huérfanos. Es otra serie multipremiada con Emmys y Globos de Oro. Aclamada sin reservas. Nos temíamos lo peor y ha llegado, posiblemente, lo mejor después del impacto que supuso la temporada inicial.
Bueno, en realidad, esto solo era una excusa para hablar de otra serie que se fue. Criticada, quiero reivindicar aquí "The newsroom", la serie que en principio debería hacerme sentir más próximo; las peripecias en la redacción de informativos de una cadena de televisión que utiliza historias reales para crear la trama. Y que, sobre todo, reflexiona acerca del ejercicio de la profesión periodística.
Han sido los periódicos los que más caña le han dado. Y no sería por la solidez de sus guiones, de los que era responsable Aaron Sorkin, el genio de "El ala oeste de la Casa Blanca". Ni, por supuesto, el buen gusto por la música, presente en todos los minutos. Pienso que a muchos periodistas se les hace insoportable (tal vez lo encuentren pedante, puede ser) la lección de responsabilidad en el ejercicio del periodismo que sobrevuela la serie y se hace presente en cada capítulo.
Me detendré solo en uno de ellos, el quinto de la tercera temporada. Un periodista de la redacción habla a una posible invitada a uno de sus programas: "Es un error enorme, peligroso y terrible montar su propio juicio frente a una audiencia de televisión, donde no hay garantías legales ni abogados ni investigación ni reglas de procedimiento ni decisiones sobre las pruebas admisibles, perjurio, confrontación de testigos ni nada", le aconseja.
Piense ahora el lector en la mayoría de los programas que están en la cima de las audiencias. ¿Con cuantos simulacros de juicios se llenan las horas de emisión televisiva de los que, por el contrario, se estimula a participar a las víctimas, a veces remuneradas?
Ese mismo capítulo de "The newsroom" confrontaba el periodismo responsable y el pseudoperiodismo ciudadano que nos llega a través de las redes sociales del que, lamentablemente, puede decirse que la gente no lee "esperando que lo que se dice sea cierto; lo lee por la inmediatez".
Echaré en falta la serie y su reflexión acerca del ejercicio de ese oficio cada vez más necesario e irreal.
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