La batería del móvil dura más; la alegría de la cuenta
corriente es más breve. Son cosas de la jubilación: se pierden relaciones y
dinero; se gana tiempo. Decía un multimillonario mexicano que el dinero va y
viene mientras que el tiempo solo va: por eso vale más. Dice mi mujer que esa
es la visión de las cosas de quienes tienen (mucho) dinero. Seguramente está en
lo cierto.
Lo del tiempo en la jubilación es una realidad.
Normalmente no tengo prisa para acabar de ducharme en el gimnasio. Y puedo leer
y escuchar música durante horas, distracción que me empeño en simultanear y a
la que por el momento solo pongo un pero: se es menos exigente, menos selectivo,
por lo que aumenta la proporción de libros absolutamente prescindibles que
pasan por mis manos.
Y aunque me gustaría, no soy aún capaz de reaccionar como
cuenta el editor y crítico Manuel Rodríguez Rivero que hizo con “Eva”, la
novela de Pérez Reverte (en verdad no nombra la obra ni a su autor, pero sé que
se trata de ellos): mandarla volando al cajón de desechables. La razón,
justificadísima por las frases lapidarias que trufan la novela: “sofisticada y
vulgar al mismo tiempo, sus rotundos senos rozaban el mantel” y una pretendida
escena erótica que, en verdad, resulta penosa: “un sexo de vello rizado, negro,
espeso y, en ese momento, adecuadamente húmedo”.
Tengo que aprender a prescindir de lo que no me interese
y nada me aporte. Y a decir que no cuando es que no. Propósitos para el
inminente año nuevo.
Este 2017 literario me ha dejado una novela hermosa: “Berta
Isla”, de Javier Marías, otro pequeño prodigio de este extraordinario escritor
e insoportable personaje, que puede permitirse ser pedante y que a lo largo de
esta obra, que muchos reconocen como la más importante de la literatura en
castellano del año que acaba, alcanza un nivel superlativo de pedantería.
¿Nada más en 2017? Otra novela, en las antípodas de la de
Marías, con un ritmo
impresionante, de un escritor argentino al que no conocía,
Pedro Mairal, quien firma “La uruguaya”. La narración reposada en tercera
persona de “Berta Isla” es narración vibrante en primera persona de “La
uruguaya”. No son para nada comparables pero sí igualmente recomendables.
Para tanto tiempo disponible dos novelas no son, en
verdad, un gran bagaje. He tenido ocasión de volver a algunos clásicos y de
prestar atención a lecturas a las que no se la presté adecuadamente en su
momento, hace ya cuatro años. Es el caso de “Martutene”, de Ramón
Saizarbitoria, que me deslumbró en primavera y en la que reconozco la novela
más importante de la narrativa vasca. Una obra en la que pueden encontrarse
reminiscencias de ese Javier Marías antes mencionado o, al menos, he creído
advertirlas en la peripecia vital de las dos parejas que la protagonizan.
Con tiempo se puede dedicar también más atención a las
series televisivas, cada vez mejores. Y de la inabarcable oferta, este 2017 me
quedo con una de sello europeo: “Babylon Berlin”, un relato histórico policíaco
que retrata la capital alemana en las vísperas de la llegada del nazismo. Son
16 capítulos, apenas 12 horas de una entrega que en verdad vale la pena.
Y hablando de series, de televisión, quiero apuntar a un
fenómeno social limitado a Euskadi, sí, pero un auténtico fenómeno: el que ha
provocado “Go!azen”, la serie en euskera que no tiene precedentes como fenómeno
de masas preadolescentes e infantiles, familiares en suma, y que trasciende la
televisión para abarrotar teatros, agotar ediciones de discos y triunfar como
producto de merchandising. Todo eso a pesar del silencio, ignoro si interesado
o inconsciente, de los medios de comunicación.
Los medios. No puedo acabar el año sin una referencia al
fin del fin de la inocencia que aún me había empeñado en atribuir a los medios
de comunicación. Es duro reconocerlo pero la larga y grave crisis catalana ha
acabado de desnudar al mal vestido ejercicio periodístico en España, que hoy da
pena. Una reflexión irónica refleja mejor que un profundo ensayo la situación a
la que hemos llegado: “llevaba media hora leyendo ‘La Razón’ cuando me di
cuenta de que era ‘El País’”.
Feliz 2018.
Con la llegada de Fernando y de Mario cabía esperar lo peor.
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