Hace ya tiempo que renuncié a contar aquí mis lecturas (bueno, he dejado de contarlo todo; total, para qué). Pero no me resisto a hacerlo ahora con las imágenes y testimonios aún muy vivos que el último fin de semana nos han llegado desde México. Lo sucedido en Culiacán, la capital del estado de Sinaloa, traspasa los límites de la irrealidad para hacerse real.
Supongo a todos enterados de lo que pasó el jueves 17 en esa ciudad de cerca de un millón de habitantes: la policía detiene a uno de los capos del cártel sinaloense de la droga, hijo del jefe supremo de la banda, condenado y encarcelado en los Estados Unidos. La detención moviliza a los sicarios del cártel que fuertemente armados con rifles de asalto y protegidos con chalecos antibalas se enfrentan en las carreteras de acceso a Culiacán a soldados mucho peor pertrechados y matan a unos, secuestran a otros, a cuyas familias amenazan; asaltan una cárcel de la que liberan a medio centenar de sicarios en ella recluidos que se suman a sus filas y finalmente llegan en sus camionetas descubiertas al centro de la ciudad que toman militarmente para disparar de forma indiscriminada a personas, vehículos, casas y negocios.
El cártel de Sinaloa, muy presente en la vida y la muerte de ese Estado en las últimas décadas, nunca había hecho una demostración de matonismo similar. Exigió que se dejase en libertad al capo detenido. Solo cuando el Gobierno aceptó su chantaje liberaron a los soldados secuestrados y salieron de la ciudad.
Las consideraciones morales que provoca el suceso, la contundente victoria del narcoterrorismo sobre el Estado de Derecho mexicano: ¿importaba más preservar la integridad física de la ciudadanía de Sinaloa que llevar ante la justicia al jefe detenido? quedan a la consideración de cada cual.
Yo quería hablar de lecturas, pues el verano reciente dediqué muchas horas a la lectura de una trilogía acerca, precisamente, del narcotráfico en México. Las tres mil páginas escritas por Don Winslow: "El poder del perro", la primera de las novelas que es de 2005, traducida al castellano en 2009, a la que siguió "El cártel" y que ha culminado este mismo año (la original en inglés es de 2017) con "La frontera" son apasionantes. La descripción que en ellas se hace del terror asociado al tráfico de drogas y en la que anticipa nítidamente lo que el pasado jueves se produjo en Culiacán es extraordinaria. La realidad ha vuelto a imitar a la ficción.
Son tres novelas, cada una de las cuales tiene entidad propia por lo que pueden leerse sin seguir un orden y sin que para su comprensión sea necesario leerlas todas. Aunque seguro que resultará difícil renunciar al menú completo una vez que se haya probado uno de los platos. En las tres novelas están muy presentes todos y cada uno de los ingredientes del gran pastel cocinado la semana pasada en las calles de Culiacán.
Destacaré uno de esos ingredientes: el que señala los fuertes lazos del narcotráfico con las distintas administraciones públicas y sus gobiernos. Un aspecto que en mi opinión ayuda a reflexionar acerca del desenlace de unos hechos que han mostrado al mundo en toda su crudeza el poder del crimen organizado.
No lo necesita porque el reconocimiento que ha alcanzado es insuperable, pero para la monumental obra de Don Winslow no podría imaginarse una mejor promoción publicitaria que esa del 17 de octubre de 2019 en Culiacán, Sinaloa, México.
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