No lo recuerdo con nitidez, pero seguramente seré de aquéllos que en algún momento cumplió el mandamiento de la progresía y atribuyó al fútbol el papel del circo en el proverbio latino “panem et circenses”. Eran tiempos de la larga noche de la dictadura franquista. Aún hoy no faltan quienes hablan en parecidos términos.
¿Que hay crisis, recesión, riesgo de colapso económico? Fútbol, dicen. Y algunos hechos parecen dar la razón a los mejor dispuestos a creerlo así. Lo he escuchado estos últimos días con insistencia bastante como para prestarle atención y pensar en ello. A la necesidad de desviar la atención de la grave situación de la economía achacaban la semana pasada las persistentes referencias al Madrid-Barcelona que iba a jugarse el sábado y debía decidir la Liga.
(Pasado el sábado y vista la extraordinaria actuación del Barcelona, protagonista de una noche memorable que no olvidaremos mientras vivamos, Alzheimer mediante, sólo se habla de fútbol, del hermoso fútbol que nos regalaron).
La acusación de utilizar el fútbol como vía de escape ante los problemas sociales se hace visible a diario en Bizkaia, donde desde hace semanas nada parece importar si no es la final de Copa que el próximo 13 de mayo el Atlhetic disputará al Barça. Y lo cierto es que se están pasando con los prolegómenos de la final, pero la competición de Copa está en el ADN de los vizcaínos. Lo digo con más envidia que admiración.
Dudé si admitir la utilización del fútbol como dormidera social en otra ocasión, hace ya algunos años, en noviembre de 2002, camino del estadio del River que aquel domingo jugaba contra Boca el superclásico de la Argentina. El corralito estaba aún muy próximo y los efectos de aquel cataclismo económico se dejaban sentir en todas las esquinas de Buenos Aires.
El partido de fútbol se presentaba como una tregua, un paréntesis en el pesar que compartían todos los argentinos. Y camino del Monumental, entre dos cordones policiales, una enorme valla publicitaria me pellizcó. El mensaje: “El fútbol no es lo más importante. Es más”.
Me quedé clavado y miré y remiré la valla. ¿Me estaba perdiendo algo? Llamé la atención de mis hijos que ya habían leído y hasta comentado el mensaje. No es correcto, dijo el mayor. Debería decir que el fútbol no es lo más importante; es lo único. Como el partido del Barça del sábado, no creo que olvidaré nunca la frase.
Mi hijo el de la frase es de la escuela británica del fútbol, no en vano vivió con sólo seis años una jornada de Copa de Europa en Anfield y eso imprime carácter. Comparte su pasión y entrega y también mucha de su filosofía, como he podido confirmar con el tiempo. Su reflexión ante la valla bonaerense enlaza directamente con el pensamiento de Bill Shankly, el histórico (los jóvenes le dirían mítico y por esta vez tendrían razón) entrenador del Liverpool.
Aunque alrededor del fútbol hay buenas frases de todos los orígenes, me quedo con las inglesas; sus inventores son los que mejor definen este deporte, los que mejor toman su temperatura e interpretan los datos. Y volviendo a Shankly, éste decía: “Algunos creen que el fútbol es sólo una cuestión de vida o muerte, pero es mucho más importante que eso”.
No es lo mismo que escuché ante la valla de Buenos Aires, pero está en la misma longitud de onda. Lo que no sucede con otra pancarta que he visto este fin de semana y me ha producido una profunda tristeza por la violencia que contenía: “Venced o morid. Último aviso”, amenazaban a sus jugadores algunos seguidores del Betis en el partido que disputaron (y perdieron, luego no vencieron) el domingo en Sevilla.
Pero abandono esta digresión y vuelvo al espectáculo del fútbol, aún excitado por el partido del sábado y con la tensión propia de la semana que contiene “Champions”. Lo he comentado alguna vez para sorpresa de mis interlocutores; lo escribo aquí para sorpresa segura de la mayoría de los lectores: los días en los que hay noche de “Champions” son para mí casi un sinónimo de festivo; las semanas de “Champions”, con partidos en martes y miércoles, son semanas de alborozo y sensación de fiesta.
Ésta, como la pasada, es una de esas semanas. Hoy, como mañana, es uno de esos días a los que me refiero. Días de actividad acelerada, con un punto febril. ¿Con quién compartes el partido?, ¿qué preparas para comer y beber?
Hace unos años no me hubiese atrevido a manifestarme en estos términos ni reproducido sin crítica reflexiones como las que he puesto en este blog. Pero creo con sinceridad que con el fútbol estamos hoy ante una pasión libremente asumida, aunque a veces exageremos las situaciones.
Bueno: entre tanto fútbol también trabajo. Y leo a los analistas que “la interacción negativa entre los mercados financieros y la economía real no se ha hecho esperar” para acabar pintando un panorama desolador en sólo tres breves frases que comparten una negación: “los ciudadanos no gastan, las empresas no invierten y los bancos no prestan” (Antxon P. de Calleja, economista aficionado al fútbol).
Con ese dibujo de la situación, ¿puede sostenerse que el fútbol no es en esta sociedad el circo de nuestros días? Así lo creo, de verdad. Y más cuando, como sucedió el sábado, el buen fútbol se reivindica y el gusto por el buen fútbol se instala para siempre en la mente de todos los aficionados.
¿Que hay crisis, recesión, riesgo de colapso económico? Fútbol, dicen. Y algunos hechos parecen dar la razón a los mejor dispuestos a creerlo así. Lo he escuchado estos últimos días con insistencia bastante como para prestarle atención y pensar en ello. A la necesidad de desviar la atención de la grave situación de la economía achacaban la semana pasada las persistentes referencias al Madrid-Barcelona que iba a jugarse el sábado y debía decidir la Liga.
(Pasado el sábado y vista la extraordinaria actuación del Barcelona, protagonista de una noche memorable que no olvidaremos mientras vivamos, Alzheimer mediante, sólo se habla de fútbol, del hermoso fútbol que nos regalaron).
La acusación de utilizar el fútbol como vía de escape ante los problemas sociales se hace visible a diario en Bizkaia, donde desde hace semanas nada parece importar si no es la final de Copa que el próximo 13 de mayo el Atlhetic disputará al Barça. Y lo cierto es que se están pasando con los prolegómenos de la final, pero la competición de Copa está en el ADN de los vizcaínos. Lo digo con más envidia que admiración.
Dudé si admitir la utilización del fútbol como dormidera social en otra ocasión, hace ya algunos años, en noviembre de 2002, camino del estadio del River que aquel domingo jugaba contra Boca el superclásico de la Argentina. El corralito estaba aún muy próximo y los efectos de aquel cataclismo económico se dejaban sentir en todas las esquinas de Buenos Aires.
El partido de fútbol se presentaba como una tregua, un paréntesis en el pesar que compartían todos los argentinos. Y camino del Monumental, entre dos cordones policiales, una enorme valla publicitaria me pellizcó. El mensaje: “El fútbol no es lo más importante. Es más”.
Me quedé clavado y miré y remiré la valla. ¿Me estaba perdiendo algo? Llamé la atención de mis hijos que ya habían leído y hasta comentado el mensaje. No es correcto, dijo el mayor. Debería decir que el fútbol no es lo más importante; es lo único. Como el partido del Barça del sábado, no creo que olvidaré nunca la frase.
Mi hijo el de la frase es de la escuela británica del fútbol, no en vano vivió con sólo seis años una jornada de Copa de Europa en Anfield y eso imprime carácter. Comparte su pasión y entrega y también mucha de su filosofía, como he podido confirmar con el tiempo. Su reflexión ante la valla bonaerense enlaza directamente con el pensamiento de Bill Shankly, el histórico (los jóvenes le dirían mítico y por esta vez tendrían razón) entrenador del Liverpool.
Aunque alrededor del fútbol hay buenas frases de todos los orígenes, me quedo con las inglesas; sus inventores son los que mejor definen este deporte, los que mejor toman su temperatura e interpretan los datos. Y volviendo a Shankly, éste decía: “Algunos creen que el fútbol es sólo una cuestión de vida o muerte, pero es mucho más importante que eso”.
No es lo mismo que escuché ante la valla de Buenos Aires, pero está en la misma longitud de onda. Lo que no sucede con otra pancarta que he visto este fin de semana y me ha producido una profunda tristeza por la violencia que contenía: “Venced o morid. Último aviso”, amenazaban a sus jugadores algunos seguidores del Betis en el partido que disputaron (y perdieron, luego no vencieron) el domingo en Sevilla.
Pero abandono esta digresión y vuelvo al espectáculo del fútbol, aún excitado por el partido del sábado y con la tensión propia de la semana que contiene “Champions”. Lo he comentado alguna vez para sorpresa de mis interlocutores; lo escribo aquí para sorpresa segura de la mayoría de los lectores: los días en los que hay noche de “Champions” son para mí casi un sinónimo de festivo; las semanas de “Champions”, con partidos en martes y miércoles, son semanas de alborozo y sensación de fiesta.
Ésta, como la pasada, es una de esas semanas. Hoy, como mañana, es uno de esos días a los que me refiero. Días de actividad acelerada, con un punto febril. ¿Con quién compartes el partido?, ¿qué preparas para comer y beber?
Hace unos años no me hubiese atrevido a manifestarme en estos términos ni reproducido sin crítica reflexiones como las que he puesto en este blog. Pero creo con sinceridad que con el fútbol estamos hoy ante una pasión libremente asumida, aunque a veces exageremos las situaciones.
Bueno: entre tanto fútbol también trabajo. Y leo a los analistas que “la interacción negativa entre los mercados financieros y la economía real no se ha hecho esperar” para acabar pintando un panorama desolador en sólo tres breves frases que comparten una negación: “los ciudadanos no gastan, las empresas no invierten y los bancos no prestan” (Antxon P. de Calleja, economista aficionado al fútbol).
Con ese dibujo de la situación, ¿puede sostenerse que el fútbol no es en esta sociedad el circo de nuestros días? Así lo creo, de verdad. Y más cuando, como sucedió el sábado, el buen fútbol se reivindica y el gusto por el buen fútbol se instala para siempre en la mente de todos los aficionados.
Hoy 5 de septiembre se consumará en Euskadi una de las situaciones más antidemocráticas y porqué no decirlo "anti natura" que se puedan dar. El nacionalimso vasco gana las elecciones (no sólo el PNV) pero la unión increible entre la izquierda española y la derecha más "carca" arrebatan ese triunfo a Euskadi.
ResponderEliminarSi no cree que con semejante situación no es mejor pensar en que el Athletic le gane al Barça (aunque nos caiga bien el Barça) en lugar de pensar en la realidad de nuestro pueblo ya me dirá...
El hombre necesita un escape a sus agobios y el futbol aunque sea adormidera de nuestras conciencias es también una terapia más barata que recurrir constantemente a la farmacia.
Pero todo es temporal y la esperanza e ilusión es lo que no debemos perder. Sólo la salud nos pertenece, y mientras un Chelsee - Barça nos la mejore habrá que apuntarse a ello.
El fútbol tiene otro componente fascinante: nunca puedes cambiar de equipo. Si te aficionas al fútbol desde pequeño y eliges un equipo, estás perdido. Da igual que tu equipo pierda ligas, no gane copas o termine en segunda, siempre serás de ese equipo. Y aunque lo intentes, no podrás dejarlo, ni podrás celebrar los goles de otro equipo de la misma manera. Y es que uno puede cambiar de novia, mujer o incluso orientación sexual; puede votar a diferentes partidos políticos a lo largo de su vida; descubrir nuevos cantantes preferidos; nuevas comidas; incluso puede cambiar de periódico y terminar acostumbrándose, pero nunca puedes cambiar de equipo. Aunque lleve dos años en segunda y lleve camino de pasar una larga temporada en el infierno. Aupa Real!
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