Cualquiera ha podido creer que las tramas más complejas y disparatadas del cine de nuestro tiempo son cosa de mentes calenturientas empeñadas en el más difícil todavía; que los guionistas de los culebrones latinoamericanos desbordaban la sensatez en los enredos que escribían para la televisión.
Cualquiera ha dicho u oído decir que “ya no saben qué inventar” y que lo que tal o cual obra nos propone es inverosímil, increíble, absurdo. Y damos por buena la valoración hasta que algo golpea la zona de nuestro cerebro en la que la memoria se revela más débil. Cuando, por ejemplo, nos vamos a pasar una velada al teatro.
Algo de eso sentí el sábado pasado, en la representación del Edipo que hace un sobresaliente Eusebio Poncela, con un más que notable montaje en un marco espectacular: el de Matadero, barrio de Legazpi de Madrid. La obra aún se ofrecerá hasta el último domingo de junio y es muy recomendable. Pero aunque no haya representación hay que conocer la instalación. ¡Qué maravilla de aprovechamiento de una infraestructura industrial abandonada! ¡Qué ejemplo para tantos que no saben qué hacer con patrimonios industriales que no tienen idea de cómo gestionar!
El antiguo matadero municipal, de arquitectura mudéjar, a punto de ser centenario (se construyó en 1910) contiene las llamadas Naves del Español (por el Teatro Español, que lo gestiona), concebidas como instrumento de investigación de las artes escénicas en su función global de centro de creación contemporánea. Bueno, no vaya a pensarse que me he hecho de Ruiz Gallardón, el alcalde de Madrid. Pero que quede la recomendación: id a visitar Matadero.
El Edipo es el impacto que activa la memoria dormida. Para recordar que la imaginación descabellada que atribuimos a algunos de nuestros creadores contemporáneos no le llega a aquel Sófocles que cinco siglos antes de la llegada de la Era Común fue capaz de escribir una tragedia como la que vi representar el sábado.
La sinopsis de una obra de la que todos tenemos alguna referencia (complejo de Edipo arriba, complejo de Edipo abajo) pero no todos tenemos un conocimiento detallado es la siguiente: el Oráculo de Delfos anuncia al Rey de Tebas que el hijo que va a tener le matará y se casará con su esposa. El rey ordena a un ciudadano que mate a la criatura en cuanto nazca. No lo hace así y se limita a abandonarla en el monte, colgada de un árbol por los pies. Un pastor rescata a la criatura y la entrega al rey de Corinto, que adopta a Edipo.
Este, adolescente, sospecha no ser hijo de los padres que le han adoptado. Visita el Oráculo, quien le asegura que matará a su padre y desposará a su madre. Edipo decide huir de su destino, se va de Corinto y en una encrucijada del camino de Tebas tiene un encontronazo con el Rey, a quien no conoce y en la discusión le da muerte. Nombrado a su vez Rey porque derrota al monstruo que atormenta a la ciudad, se casa con la viuda del hombre al que ha matado y tiene con ella cuatro hijos.
En castigo por el crimen no penado, una plaga asuela la ciudad y en la investigación para hallar al culpable Edipo descubre que él mismo es el asesino que busca. Su esposa, al saberse casada con su hijo se suicida. Edipo se arranca los ojos y se va al exilio.
La obra de Sófocles es bastante más compleja que este resumen. El montaje teatral también. Pero, qué bien han entendido la complejidad y han sabido transmitirla al público. El traductor de la obra original griega anticipa al espectador la profunda interpretación que han hecho de la tragedia y escribe en el programa con el que se recibe al público: “Edipo es el nombre de una encrucijada, el momento deslumbrante en que un hombre se descubre asesino de su padre, esposo de su madre, hermano de sus hijos. Es el salvador de la ciudad y el criminal impuro que la mancilla. El más lúcido y el más ignorante de los mortales. El rey y el mendigo. El indígena y el extranjero. Es el cruce de caminos contradictorios. No debería haber sido pero es y recorre al ser humano de uno a otro extremo”.
La tragedia es una forma de drama; la otra es la comedia. Hago notar que era este sábado pasado cuando asistí a Matadero. El mismo sábado en que mi Real Sociedad comparecía (no me atrevo a decir jugaba visto el resultado) a muy poca distancia, en el campo de Vallecas, en el mismo Madrid. Dándose esa circunstancia, aún hace muy poco tiempo sería impensable que yo hubiera hecho un plan diferente al de ir al campo de fútbol en el que se anunciaba mi equipo. Esta vez, no.
Vivimos hace dos años la pequeña tragedia del descenso de la Real a segunda y la no tan pequeña tragedia del desmembramiento social al que una serie de descerebrados han conducido al club. Hasta el punto que lo han hecho parecer una bufonada que ha tenido a un personaje que no quiero nombrar, que responde a las iniciales IB, como payaso mayor, lo que ha llevado, entre otras consecuencias, a que el juego que hace el equipo más parezca una pantomima que fútbol. En fin, que la tragedia ha derivado en comedia y convendrá recordar que la comedia no siempre es amable, simpática; que no es sinónimo de divertido; no necesariamente.
La comedia es a menudo farsa y engaño. El infortunio contenido en la tragedia suele ser auténtico.
Cualquiera ha dicho u oído decir que “ya no saben qué inventar” y que lo que tal o cual obra nos propone es inverosímil, increíble, absurdo. Y damos por buena la valoración hasta que algo golpea la zona de nuestro cerebro en la que la memoria se revela más débil. Cuando, por ejemplo, nos vamos a pasar una velada al teatro.
Algo de eso sentí el sábado pasado, en la representación del Edipo que hace un sobresaliente Eusebio Poncela, con un más que notable montaje en un marco espectacular: el de Matadero, barrio de Legazpi de Madrid. La obra aún se ofrecerá hasta el último domingo de junio y es muy recomendable. Pero aunque no haya representación hay que conocer la instalación. ¡Qué maravilla de aprovechamiento de una infraestructura industrial abandonada! ¡Qué ejemplo para tantos que no saben qué hacer con patrimonios industriales que no tienen idea de cómo gestionar!
El antiguo matadero municipal, de arquitectura mudéjar, a punto de ser centenario (se construyó en 1910) contiene las llamadas Naves del Español (por el Teatro Español, que lo gestiona), concebidas como instrumento de investigación de las artes escénicas en su función global de centro de creación contemporánea. Bueno, no vaya a pensarse que me he hecho de Ruiz Gallardón, el alcalde de Madrid. Pero que quede la recomendación: id a visitar Matadero.
El Edipo es el impacto que activa la memoria dormida. Para recordar que la imaginación descabellada que atribuimos a algunos de nuestros creadores contemporáneos no le llega a aquel Sófocles que cinco siglos antes de la llegada de la Era Común fue capaz de escribir una tragedia como la que vi representar el sábado.
La sinopsis de una obra de la que todos tenemos alguna referencia (complejo de Edipo arriba, complejo de Edipo abajo) pero no todos tenemos un conocimiento detallado es la siguiente: el Oráculo de Delfos anuncia al Rey de Tebas que el hijo que va a tener le matará y se casará con su esposa. El rey ordena a un ciudadano que mate a la criatura en cuanto nazca. No lo hace así y se limita a abandonarla en el monte, colgada de un árbol por los pies. Un pastor rescata a la criatura y la entrega al rey de Corinto, que adopta a Edipo.
Este, adolescente, sospecha no ser hijo de los padres que le han adoptado. Visita el Oráculo, quien le asegura que matará a su padre y desposará a su madre. Edipo decide huir de su destino, se va de Corinto y en una encrucijada del camino de Tebas tiene un encontronazo con el Rey, a quien no conoce y en la discusión le da muerte. Nombrado a su vez Rey porque derrota al monstruo que atormenta a la ciudad, se casa con la viuda del hombre al que ha matado y tiene con ella cuatro hijos.
En castigo por el crimen no penado, una plaga asuela la ciudad y en la investigación para hallar al culpable Edipo descubre que él mismo es el asesino que busca. Su esposa, al saberse casada con su hijo se suicida. Edipo se arranca los ojos y se va al exilio.
La obra de Sófocles es bastante más compleja que este resumen. El montaje teatral también. Pero, qué bien han entendido la complejidad y han sabido transmitirla al público. El traductor de la obra original griega anticipa al espectador la profunda interpretación que han hecho de la tragedia y escribe en el programa con el que se recibe al público: “Edipo es el nombre de una encrucijada, el momento deslumbrante en que un hombre se descubre asesino de su padre, esposo de su madre, hermano de sus hijos. Es el salvador de la ciudad y el criminal impuro que la mancilla. El más lúcido y el más ignorante de los mortales. El rey y el mendigo. El indígena y el extranjero. Es el cruce de caminos contradictorios. No debería haber sido pero es y recorre al ser humano de uno a otro extremo”.
La tragedia es una forma de drama; la otra es la comedia. Hago notar que era este sábado pasado cuando asistí a Matadero. El mismo sábado en que mi Real Sociedad comparecía (no me atrevo a decir jugaba visto el resultado) a muy poca distancia, en el campo de Vallecas, en el mismo Madrid. Dándose esa circunstancia, aún hace muy poco tiempo sería impensable que yo hubiera hecho un plan diferente al de ir al campo de fútbol en el que se anunciaba mi equipo. Esta vez, no.
Vivimos hace dos años la pequeña tragedia del descenso de la Real a segunda y la no tan pequeña tragedia del desmembramiento social al que una serie de descerebrados han conducido al club. Hasta el punto que lo han hecho parecer una bufonada que ha tenido a un personaje que no quiero nombrar, que responde a las iniciales IB, como payaso mayor, lo que ha llevado, entre otras consecuencias, a que el juego que hace el equipo más parezca una pantomima que fútbol. En fin, que la tragedia ha derivado en comedia y convendrá recordar que la comedia no siempre es amable, simpática; que no es sinónimo de divertido; no necesariamente.
La comedia es a menudo farsa y engaño. El infortunio contenido en la tragedia suele ser auténtico.
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