jueves, 9 de julio de 2009

NOVELAS DE PERIODISTAS

El periodismo es un oficio, profesión o actividad que imprime carácter. El periodista rara vez deja de serlo y ésta es una constatación mucho más allá de la propia experiencia.

Algunas veces, también debo reconocerlo, cuando veo, escucho o leo determinadas cosas; sobre todo cuando leo en los periódicos, soy básicamente lector de prensa, pretendidos artículos informativos y reportajes, me gustaría decir que basta, que hasta aquí hemos llegado. Pero he comprobado que es como tratar de huir de la propia sombra; no se puede dejar de ser periodista.

Aún joven aprendí en un libro: “El honor perdido de Katharina Blum” de Heinrich Böll, lo que nunca querría ser como periodista; el ejercicio en que empezaba a ocuparme. El libro y también la película homónima de Volker Schlöndorff fueron la principal lección de ética profesional que recuerdo haber recibido nunca.

Ya maduro, estos últimos meses, he visto con parecida claridad el periodismo que me hubiera gustado hacer: el que se apunta en la trilogía de Stieg Larsson alrededor de la revista Millennium y, particularmente, en la tercera entrega de la serie, “La reina en el palacio de las corrientes de aire”, brillante a pesar de su horroroso y sinsentido título. (Dicen los que saben sueco que la traducción correcta del título original sería “El castillo en el aire que estalló”).

Se nota que es el libro de un periodista, que seguramente idealiza el ejercicio de la profesión e idealiza aún más la publicación para la que trabaja su protagonista. Pero es algo tan elemental como la búsqueda de los hechos y su contraste antes de darles forma de artículo y hacerlos imprimir. Una forma de trabajar que, desde luego, yo no he conocido en mi experiencia profesional y no adivino en los medios que frecuento (no quiero ni imaginar lo que será en los que ni leo ni veo ni escucho).

Este libro del horroroso título, que no tiene sentido alguno en castellano, que dudo lo tenga en francés de donde ha sido directamente importado y poco tiene que ver con el original sueco de la novela, es más que un fenómeno editorial. Tiene, sobre todo, la venturosa capacidad de crear adicción: a la lectura.

Unos días de vacaciones a finales de junio en una gran playa de Cádiz, bañada por un océano que refleja la luz de un cielo azul abierto a una brisa permanente me ha confirmado el fenómeno Larsson. No exagero si afirmo que en las hamacas, bajo las sombrillas, uno de cada dos libros era de la serie Millennium, sobre todo de la tercera y última entrega.

No sé de cuándo data el fenómeno best-seller que provoca a partes iguales rechazos y adhesiones. Lo conocí por estas mismas fechas de 1970 en mi primer viaje a Nueva York. No acababa de entender aquella rara coincidencia en los escaparates de todas las librerías que me salían al paso. Como si no hubiera otro libro que exhibir, la portada de “The Godfather” de Mario Puzo se repetía. Luego supe de otros grandes éxitos editoriales, de noches en blanco guardando cola para ser los primeros en adquirir un ejemplar de determinada publicación.

Un fenómeno que ha conservado su vigencia incluso en el universo de Internet en el que convivimos, del que me he visto casi partícipe ante el anuncio de adquisición del tercer Millennium, que es en mi opinión, sin dudarlo, el más complejo y mejor de los tres.

No tengo reparo en traerlo a esta reflexión, aunque advierto que en círculos más o menos próximos empieza a marcarse distancia, seguramente por el éxito que ha alcanzado. Era muy diferente hablar de “Los hombres que no amaban a las mujeres”, el primer título, el del descubrimiento, más aún en sus primeras ediciones. Yo también sé que queda mejor hablar de obras de culto, de novelas pequeñas, que hacerlo de bestsellers. Pero quería dejar constancia del resultado del trabajo de campo que he hecho en las hamacas de la playa y me apetecía declarar mi adhesión a la forma de trabajo periodístico de la revista para la que trabaja y de la que es copropietario el protagonista de la saga.

Porque, ¿quién sino Mikael Blonkvist protagoniza estos libros? He discutido con algunas personas que opinan que el protagonismo es de la heroína de la serie, Lisbeth Salander. Y no comparto la opinión, por mucho que ella pueda ser la reina del palacio de tal y sin duda sea la chica que soñaba con una cerilla del título de la segunda de las novelas. Esto, poder abrir una amplia discusión en torno a una obra literaria en el chiringuito, entre gambas cocidas y boquerones fritos, es otra de las ventajas que he descubierto en este tipo de libros.

Una de mis novelas de preferidas, que fue la más importante durante un tiempo de mi vida, “Conversación en la Catedral”, de Vargas Llosa, también con un periodista como protagonista, mi casi tocayo Zavalita, me ha dado para muchas reflexiones raramente compartidas incluso en círculos profesionales. Y no es que prefiera el facebook a la tertulia del café, no. Pero compartir es agradable.













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