miércoles, 25 de abril de 2012

YPF

A estas alturas, de la intervención de la empresa YPF por el Gobierno argentino se ha dicho y escrito todo cuanto podía opinarse. Cosas sensatas y boludeces, seguramente en mayor número de las segundas. No creo que haya quedado argumento sin esgrimir ni punto de vista sin defender. Así las cosas, había considerado ocioso ponerme sobre la materia pero son varios los amigos, a los dos lados del Atlántico, que me han emplazado a hacerlo. Es lo que tiene la reiterada manifestación de simpatía por la Argentina que se me conoce, aquí y allá.

Desde acto de piratería hasta justa reversión, la intervención de YPF ha sido presentada y calificada de todas las maneras posibles. Vaya por delante que en una confrontación virtual de las razones defendidas por el ideólogo económico Alex Kicillof y las expuestas por el empresario Antonio Brufau, participo en mayor medida de las tesis de este último, quien me impresionó en su convincente comparecencia ante los medios a las pocas horas de hacerse pública la expropiación.

Estos últimos meses, ¿estaba realmente Repsol buscando un comprador para su participación en YPF? No he encontrado una respuesta clara a esta cuestión clave desde la que valorar emocionalmente el impacto de la intervención gubernamental. Por lo demás, exigir una reparación económica responde a la lógica más elemental.

Una lógica que suele verse gravemente afectada cuando planteamientos impecables como el derecho a gestionar los recursos energéticos propios se distorsionan en la euforia patriotera que tan mal se lleva con la argumentación reflexiva y tanto daño le hace. La excitación con la que está viviendo Argentina esta confrontación no ayuda a situar las cosas en su sitio.

Tampoco ayuda, me lo hacen notar los amigos argentinos, el tono agresivo, faltón y tabernario de algunos (desafortunadamente, muchos) columnistas y tertulianos españoles. Totalmente cierto. Pero trato de explicarles que barbaridades similares a las que dedican a Cristina Fernández, al viceministro Kicillof y hasta a la población en su conjunto no difieren apenas de las que dedicaban (y aún hoy insisten, venga o no a cuento) a Rodríguez Zapatero, sus ministros y el electorado socialista.

Seguramente, Argentina encontrará con facilidad un socio tecnológico para sustituir a Repsol en YPF. Las empresas de este sector están acostumbradas a ofrecer servicios en circunstancias atípicas y en entornos inestables e inciertos. Pero no es así en otros sectores de actividad, en la mayoría de las principales empresas para las que la seguridad jurídica es, por ejemplo, imprescindible.

Con la expropiación de YPF, Argentina traspasa una línea muy peligrosa que, seguramente, pasada la euforia patriótica de estos días, se hará sentir en el futuro por falta de proyectos empresariales que requieren fiabilidad y confianza, valores ausentes ahora en el escenario económico del país.

No suele ser tan radical en sociedades menos explosivas que la argentina, pero en todas partes se producen cambios en el modo de valorar las situaciones y se modifican las opiniones. Lo que Cristina Fernández y su fallecido esposo expresaron (en favor) sobre las privatizaciones de YPF responde a un momento histórico. El que aún muy recientemente la Presidenta manifestara su satisfacción por la tarea desempeñada por Repsol en su país no significaba un compromiso. Y es que el olvido, lo decía Bioy Casares, corre más rápido que la historia.

Termino: Claro que tiene derecho Argentina a recuperar una empresa clave en un sector determinante como es el energético. Pero debería haberlo hecho anunciando y pagando un justiprecio. Es lo que espera y exige la comunidad económica mundial.

1 comentario:

  1. Muy bueno Xabier, totalmente de acuerdo y puedes trasladar a tus amigos argentinos que si le dieramos credibilidad a los tertulianos habituales por estos lares, hace años que nos hubieran fulminado a todos los que llevamos una "k" en nuestras entrañas...."

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