jueves, 5 de julio de 2012

FERIA DE VINO EN TORO

Antes de este largo paréntesis escribí acerca de mover objetos con la mente. ¿Alguien lo recuerda? Hoy no puedo superar la tentación de hacer una referencia al que parece ser el descubrimiento del bosón de Higgs por los científicos del Laboratorio Europeo de Física de Partículas a través, he creído entender, del acelerador de partículas LHC.

No es que me haya dado por la ciencia, de la que soy un profundo desconocedor, un territorio en el que apenas puedo enunciar con cierta fluidez el Principio de Arquímedes. Pero, créanme, este descubrimiento que hoy se ha hecho público en Ginebra constituye un hallazgo fascinante: es la última pieza que faltaba en el puzzle subatómico, el que abre de par en par la ventana al Big Bang.

Al bosón de Higgs le han llamado la “partícula Dios”, lo que a algunos les ha parecido exagerado. No creo que lo sea, pues será el sustento de la teoría que acabará explicando las grandes fuerzas de la naturaleza. Hallado casi medio siglo después de que lo postulara el científico británico Peter Higgs en 1963, el nuevo bosón ha sido el objetivo central del superacelerador de hadrones desde que inició su actividad en septiembre de 2008.

En este tiempo de silencio (desde mi anterior entrega a ésta) he vivido sobresaltado por la crisis del euro, que sigo mirando de reojo, no de frente, aunque sin tratar de perder detalle. Y me he sentido activado por la Eurocopa, que ha estado muy presente en mi vida de junio: “el fútbol no es lo más importante; es más”. Lo decía una enorme valla publicitaria a las puertas del estadio Monumental de Buenos Aires, un domingo que fui a ver un River-Boca.

La valla me impactó, no tanto por lo que decía, que también, sino por el contexto en que se exhibía. Era octubre de 2002, apenas un año después del “corralito” en Argentina, una tragedia para las clases medias del país que se vieron arruinadas cuando no desaparecidas como tales clases medias. Estas últimas semanas, el contenido de aquella valla, habida cuenta las circunstancias, ha sido un recuerdo recurrente.

De la crisis económica se lee y escucha hasta la extenuación. Lo malo es que no nos dicen lo que quisiéramos leer y escuchar, ese discurso que esperamos cada vez con un mayor escepticismo. Y qué decir del campeonato de fútbol, omnipresente en todos los medios de comunicación social y objeto de comentario hasta en esos monumentos a la incomunicación que son los ascensores. Me siento, por tanto, liberado de la oportunidad de hablar de Europa en alguna de sus dos versiones, económica y deportiva.

Los momentos más delicados de la crisis y los de mayor exaltación del fútbol los he vivido en Toro, Zamora, viendo crecer las vides y engordar las uvas. Toro ha celebrado su primera gran feria del vino, algo que inexplicablemente faltaba en su muy rica agenda festiva. Por fin han hallado un motivo para planificarla, situarla en el calendario y el impulso para llevarla a cabo.

No hubiesen podido encontrar un escenario mejor y más apropiado para exhibir el potencial de las bodegas que han consolidado una denominación de origen de magnífica salud: la plaza de toros de Toro, una joya de la arquitectura taurina. En su albero, igualadas por una sobria decoración sin excepciones, las bodegas ofrecían con generosidad su producto; desde sus vinos jóvenes hasta sus selecciones especiales y reservas.

Ha sido una ocasión inmejorable de poner en común tantas referencias que había ido incorporando a mi vida una a una y hacer mis descubrimientos (no científicos). Los vinos de Toro que hacen los toresanos de siempre y los que hacen los riojanos, los franceses y quienes han ido llegando de otras procedencias y han quedado prendados del producto de esa tierra y la acogida que han encontrado en sus gentes.

Me alegró ver con su stand en la plaza al más reciente bodeguero de Toro, mi amigo Maxi San José, que con la que está cayendo ha tenido el coraje de construir su “Divina Proporción” a los pies de la ciudad, a la orilla del Duero. Celebré comprobar cómo supera cualquier comparación el colección privada que otro amigo, Felipe Nalda, hace en “Torreduero”. Podría seguir (quizá debería) pero no trato de quedar bien sino de poner en valor una iniciativa que espero y deseo tenga continuidad.

Las actividades de esta feria del vino fueron más allá de los tres días en la plaza de toros y llegaron a teatros, salones, mesas de cata… y, claro está, a los restaurantes. Más amigos: Emilio y Cristina, en su muy notable “La viuda rica”, maridaron su excelente cocina con vinos importantes; con “Numanthia”, que puso al vino de Toro en primera división, unas veces, con “Campo Eliseo”, el feliz hallazgo de Michel Rolland y los hermanos Lurton, en otras. Excelencia, a precio de feria del vino.

Cuando vuelva a Toro aún quedarán actividades que redondeen la celebración del 25 aniversario de su denominación de origen, que ha sido la disculpa de este junio pasado por vino. Si el 26 aniversario no les parece argumento suficiente para organizar la segunda edición, que convoquen un concurso de ideas. Alguna les daremos para justificar que la feria del vino se repita.




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