Anoche murió Mikeli Basurto,
mi madre. Hace una semana publicaba aquí la noticia gozosa del nacimiento de mi
nieto Telmo. Hoy, con enorme pesar, la del fallecimiento de quien me trajo al
mundo. Así es la vida que vivimos.
La de Mikeli Basurto ha sido
una larga existencia vivida con intensidad que como su hijo, el mayor de cinco
hermanos, he compartido en casi tres cuartas partes de sus 84 años.
Tras un rápido flash back de
apenas unas horas llego a una conclusión que desmiente uno de mis mitos: se puede
vivir intensamente de una manera distinta a como siempre había creído eran las
vidas intensas, más cerca de los excesos que de los convencionalismos.
La existencia convencional
de mi madre se desarrolló alrededor de dos ejes: familia y religión, que se
retroalimentaban sin confundirse ni mezclarse. Ser profundamente creyente y
piadosa no representó un obstáculo para alumbrar un grupo familiar muy libre.
No es mi visión emocionalmente impactada por su muerte; es algo de lo que soy
consciente hace mucho tiempo.
Era estricta consigo misma
pero tolerante con los demás, en la misma medida que era austera para sí y
generosa con los otros. Y digna, sin contraposición. ¡Con qué dignidad transitó
por este mundo!
Este mismo mes de mayo
cumplía 63 años de matrimonio con mi padre, a quien sin duda amaba y más allá
adoraba hasta la devoción. La fórmula que había alimentado su envidiable
convivencia se resumía en una reflexión: “cada día nos hemos querido más”.
De adolescente adopté una
expresión ajena: “el amor es como la luna; cuando no crece, mengua”. Veo ahora
que el amor de mis progenitores fue un amor de luna siempre creciente.
Sé que estas líneas pueden
sonar a obituario condescendiente, blando. Seguramente lo sea por mi impericia
en el género, pero las expreso como una justa correspondencia. De reconocer lo
extraordinaria que fue esta mujer, para quien muchos de los momentos de
felicidad más intensa tuvieron su origen en las buenas noticias que le llegaban
de sus hijos y nietos. Haciendo buenas las que quizá no lo eran tanto y
extraordinarias las que simplemente eran buenas.
Siempre me dijeron que
heredé su inteligencia, su curiosidad, su memoria; lo más probable es que exageraban
quienes así lo veían. En cualquier caso, yo solo me he encargado de arruinar
esa que hubiera sido una espléndida herencia genética. Me enorgullece un valor
aprendido: la tolerancia que mostró todos los días en todas las situaciones; un
aprendizaje que me ha hecho la persona tolerante que creo soy.
Para ser verdaderamente justo
tendría que aludir a muchos otros atributos de esta mujer inquieta, cultivada,
trabajadora sin reservas que fue Mikeli Basurto, a quien recuerdan en los
ámbitos parroquiales que frecuentaba como una persona volcada en la asistencia
a los enfermos y desfavorecidos, a quienes dedicó una parte importante, muy
importante, de sus energías.
Dejo para el final otra
imagen. Cumplir con los diez mandamientos no debía parecerle bastante; tanto
que se impuso uno más: no molestar. Y sin molestar se fue.
Conocí a Mikeli siempre junto a Juan Mari (salvo un dia que me saludó con su siempre sonriente simpatía desde el balcon de su casa...)
ResponderEliminarSiempre SONRIENTE Y POSITIVA, a pesar de que suponia que habria muchas cosas que veia u oia y no le gustaban; conocia el perfil que señala su hijo por manifestaciones que con verdadera admiración me manifestaba mi mujer Mª Carmen, que mucho más informada como siempre que yo, le tenia como ejemplo de esposa, amatxo y amoñi...
Estas despedidas, siempre son duras, (por haberlas pasado antes , lo sé)pero con el tiempo nos queda la imagen de si nosotros podremos estar a su altura, sean los tiempos actuales diferentes o no a los que ellos vivieron, ya que los VALORES POSITIVOS son siempre objetivables y válidos, se piense como se piense.
Primero conocí a Juan Mari (cómo me imagino que sentirá este momento tan duro para él) luego a ti Xabier, luego a tu Ama y a tu esposa Cristina, y me quedo con el recuerdo de esa GRAN FAMILIA que sois los Zabaleta - Basurto, con los que tuve la suerte de compartir por tu amable invitación a ese momento tan entrañable que significó sus Bodas de Oro.
LA FAMILIA con mayúsculas es lo que cultivo y os enseño la ama...
La echaré de menos, en esos entrañables momentos en tu casa, en los que después de cantar con humor y alegria siempre le parecia que lo hacia bien a pesar de los excesos de Toro y Verdejo.
Una obviedad: la vida sigue, TELMO, nos marcará el camino y será un digno sucesor de ZABALETA, JIMENEZ, MAITANE Y BASURTO; porque existio MIKELI existe TELMO, ...
Katea ez da eten. Goian bego, eta zuri Xabier eta zure anai arrebari nere besarkada eztua eta zintzoa.