El destino ha querido que fuera mi padre quien la
sobreviviese. El aita, Juan Zabaleta, murió a mediodía de ayer, ni siquiera un
mes después de ella, tras padecer un intenso dolor y una inmensa tristeza.
“Menos mal que ya no está la ama y no me ve sufrir”, fue su última reflexión.
En las pocas horas que han transcurrido son varias las
personas que han comentado situaciones similares, como que nos encontráramos
ante un escenario habitual de la muerte consecutiva, en un breve lapso de
tiempo, de dos personas que han convivido largamente. Mis padres, el aita y la
ama, habían compartido hasta mayo pasado 63 años de matrimonio.
Ellos no me hicieron como soy (aunque también) sino como
debería haber sido; un modelo que seguramente se parecería al que ellos, mi
padre y mi madre, hubieran querido que fuese. De todo esto soy ahora más
consciente que lo fui nunca. El 21 de mayo, primero y este 20 de junio, ahora,
he querido agradecer íntima e intensamente a mis padres todo lo que me han
dado; y, más aún, he pretendido disculparme por las decepciones que les habré
provocado.
A mi padre le costó ser Juan María, como en su libro de
familia. Una familia en la que abundaban y siguen siendo muchos hoy, los Juanes
en diferentes versiones por lo que le tocó transitar por el Juanitotxo de la
infancia, el Juanito joven y adulto antes del Juan Mari de su madurez.
Probablemente era solo Juanitotxo cuando desde sus
pantalones aún cortos aquel 13 de septiembre de 1936 vio entrar a los requetés
por el Alto de Miracruz. Una de las imágenes que con más fuerza quedó grabada
entre sus recuerdos de hombre memorioso que gustaba de rememorar. Este sería el
recuerdo dramático. Prefiero el festivo: aquel chaval que bajaba cada mañana
temprano, en el tranvía, a repartir la leche del caserío en el centro de la
ciudad y se encontró una mañana, la del día de San Sebastián, con una cuadrilla
que salía de la Parte Vieja, acabando su juerga, con una sardina vieja atada
con una cuerda a modo de corbata en sus camisas blancas.
Hoy, cuando rememoro ese pasaje en presencia del cuerpo de
mi padre, reitero la promesa mil veces repetida y mil veces incumplida de
atarme una sardina vieja al cuello en la próxima fiesta de San Sebastián. Hasta
puede que creemos tendencia.
De su juventud recordaba la mili, un servicio militar
obligatorio que le exiló por tres años en Xaguen, Marruecos, a perder el
tiempo. A perder tres años que tardó toda una vida en recuperar a base de una
fórmula sencilla en la que no cabía otra distracción: trabajo, trabajo y
trabajo.
Bueno, algo de distracción encontraba en la prensa, lector
apasionado de periódicos como era, probablemente culpable de mi vocación
periodística. Leía, asimilaba y recordaba. Y si mi madre podía recitar la lista
de los reyes godos, él replicaba con La delantera de la selección de fútbol
de 1932 o con los nombres de los cinco
primeros clasificados en el Tour de aquel mismo año que ganó un belga, Leducq.
Pero pasión auténtica en su vida solo hubo una: su familia.
La de sus padres y hermanos que vivió con un respeto y fraternidad como no he
conocido en otro lugar y la suya propia; su mujer y nosotros, sus hijas e
hijos. Ese fue su impulso, su punto de apoyo desde el que mover el mundo. El
había bebido de esa fuente que ha sido nuestra fuente toda la vida.
Nunca los buscó en su dedicación integral a sacarnos
adelante, aunque admitía que qué mayor reconocimiento que ver a sus hijos y
nietos haciendo carreras universitarias y profesionales. Pero hubo algún
reconocimiento explícito que recordar: la insignia de oro del desaparecido
Secuc que siempre brilló en la solapa de su traje, así como su nombramiento
para el Consejo de Administración de la Caja de Ahorros de Gipuzkoa, un honor
que siempre tuvo por tal.
Fueran muchos o pocos esos reconocimientos, creo que lo
primero, no impidió que sus hijos le tuviésemos como modelo y no solo eso,
tratáramos de imitarle en tantas cosas. Yo mismo, desde que en el colegio
ensayaba torpemente mi primera firma autógrafa, tan similar a la de hoy, quería
que se pareciese a la de mi padre. En todo, ser como lo veíamos.
El largo paso por la vida de Juan Mari Zabaleta deja la
huella de un hombre trabajador, de una persona confiada hasta extremos que
podrían parecer temerarios, aunque nunca tuviese que arrepentirse por ello. Un
ciudadano leal y fiel, como manifestó en su compromiso social. Un líder
tranquilo, sin necesidad de gritos ni estridencias. Y sobre todo, una buena persona en el mejor
sentido que pueda imaginarse.
En los últimos años pudo vivir intensamente la pasión,
largamente pospuesta, por la pelota. Él, que había llegado a jugar de blanco en
el frontón de Herrera, precisamente un día de San Luis como es hoy, vivía este
deporte con un interés que no cabe en estas líneas; ni en la pantalla cada vez
más grande en la que veía, sin que nada fuera capaz de distraerle, todos y no
exagero; todos los partidos de pelota que pudieran emitirse.
Después de los partidos importantes hablábamos siempre para
comentarlos. Este domingo no tendré, además de todo lo que echaré en falta, su
análisis de la final. De su alegría si gana Aimar; de su felicidad si el
partido es bueno, sea cual sea el resultado.
Tengo la sospecha de que mi madre le tendrá preparada la
pantalla a través de la que verá la final manomanista. De que para que todo
esté a punto, como siempre, se le había adelantado.
Gauza bat gehituko nioke biloba moduan. Ez zigun beste aitona askok erakusten dituzten gauzetako bakar bat ere erakutsi: ez txirrindan ibiltzen, ez futbolean jokatzen, ez irakurtzen...Berak zerbait askoz garrantzitsuagoa erakutsi zigun: bizitza gozatzen eta edozein aitzakia ona dela ospakizun bat antolatzeko. Bizitzea bera, ospakizun bat delako
ResponderEliminarKaixo Zabaleta´s
ResponderEliminarAunque ya los sabéis, deciros que los Puy´s, hemos sentido y mucho, la reciente perdida del Aita y la Ama
Personalmente solo tengo buenos recuerdos de ellos, pero siempre recordare de la Ama su BONDAD y aquellos bocatas de chorizo de Pamplona, que siempre nos preparaba, cada vez que en Intxaurrondo Viejo, nos acercábamos por Ultramarinos Casa Zabaleta
Del Aita, y que casualidad, también siempre recordaré su BONDAD, y como no, su ya mítico rally de subida, creo que a Ulía, y creo que un Seat 850, sino recuerdo mal
Un abrazo Zabaleta´s, y deciros que desde Vitoria - Gasteiz, nos apuntamos desde ya, a la moda de corbata estilo sardina vieja, la próxima vez que coincida con el Lehendakari se lo propondré
Bihotz bihotzez
Juanra Puy
Aitona eta amona.
ResponderEliminarDuela bi hilabete zu joan zinen, AMONA, eta egia esatea nahi baduzu duela egun gutxi arte ez dut sinistu edo ez dut sinistu nahi izan. Oso gogorra da maite duzun pertsona berriro ez ikustea. Noski zauden lekuan zaudela ni zainduko nauzula, eta begiak itxi eta nahi dudan guztitan ikusi eta zurekin hitz egingo dudala, baina ez da berdina. Gertu nahi zaitut bisita egitean ematen nizkizun besarkada eta muxuak berriz sentitu. Zu bezalako persona bat galtzea ez da erraza. Maite zaitut amona.
Eta duela hilabete nere bizitzako beste pertsona garrantzitsu bat joan zen, beharbada leku hobe batera amonarekin zoriontsu izaten jarraitzera. Baina pentsatu nahian hori horrela dela eta biak elkar egongo direla, gu denok zaintzen dauden lekuan daudela ez diot galdera honi inoiz erantzunik aurkituko:
“zergatik biak gu gandik urrun ikusi ez ditzakegun leku batean biak batera eta ez orainarte bezala gure ondoan”?
Inoiz norbaitek galdera honi erantzuna aurkituko balio edo zuen erantzuna emango bazenidate…
Orain hasten naiz zuen utsunea sentitzen, zuengan pentsatzean triste jartzen baina aldi berean zuetaz gogoratzen naizen bakoitzean oroitzapen onak etortzen zaizkit, onak besterik ez, ez dut momento txarrik pasa zuen ondoan eta horrek pozik jartzen nau.
Orain bakarrik Amoñi gelditzen zait eta jakin ezazue asko maite dudala baina hemendik aurrera askoz ere gehiago maiteko detela konturatu naizelako bizitzan ze persona garrantsitsu bihurtu zareten niretzako.
MAITE ZAITUZTET. AITONA ETA AMONA
Ane.