miércoles, 10 de julio de 2013

MUJICA

“La paz es el porvenir y lo otro pasó”. Son palabras de José Mujica, el presidente de Uruguay, entrevistado para televisión (Los desayunos de TVE) cuando recientemente visitó España. No recuerdo una entrevista que contenga tantas enseñanzas como la protagonizada por este ex guerrillero tupamaro, receptor de seis balazos, cuatro veces apresado, quince años en prisión, presidente de un país de apenas 3,5 millones de habitantes que limita con dos colosos: Brasil y Argentina; y con un océano, el Atlántico .

 No solo su pasado hace de Mujica, descendiente de vascos con casi dos siglos enraizados en Uruguay, un personaje desacostumbrado en el mundo político. Es, sobre todo, su discurso de hoy el que rompe moldes y le convierte en un intelectual incómodo. Sus reflexiones y discursos no se difunden con la intensidad con que se propagan otras, cuando no directamente se silencian.
 
Para tratar de paliar ese efecto surgió, entre otros objetivos, este blog, aunque tan lejos de ese propósito le haya ido llevando la deriva de la vida que vivimos que le da título.
 
José Mujica en tantas cosas atípico: sigue viviendo en su modesta casa de siempre, alejado del relumbrón que acompaña a los altos empleos, con una austeridad que no acepta sea tal: “prefiero sobriedad”, dice, es capaz de una afirmación tan contundente como simple: “me equivoco, como cualquier hijo de vecino”. En boca del primer mandatario de un país, solo esa rotunda frase justificaría traerle hoy aquí.
 
Pertenece Mujica a una generación que en Europa situamos con precisión alrededor de mayo del 68, aunque en Latinoamérica las fechas están más difuminadas, una generación que quiso cambiar el mundo: “Fui derrotado, aplastado, pulverizado”, decía en la entrevista, para añadir: “pero sigo soñando con que vale la pena luchar para que la gente viva mejor, con un sentimiento mayor de igualdad” .
 
No es el suyo un discurso convencional en casi nada. Habla, por ejemplo, de la legalización de la marihuana que se plantea su gobierno: “el problema de la marihuana es lo que hay atrás: el narcotráfico. Si la dejamos en la clandestinidad le arreglamos el mercado” .
 
 
Y nos deja una reflexión impecable sobre el aborto. “¿Quién va a estar a favor del aborto?”, se pregunta. “Nadie puede estar a favor del aborto como cuestión de principio, pero hay un cuadro de mujeres que se ve obligado a tomar esa decisión contra viento y marea por avatares de la vida. Y ese mundo vive en la clandestinidad y lo explotan y se juega la vida y toma decisiones más allá de las discusiones de principio que puedan tener políticos o filósofos. Toma decisiones y ahí hay vidas que se pierden. Reconocer la existencia de este hecho, ponerlo sobre la mesa legalizándolo, nos da la oportunidad de actuar persuasivamente sobre la decisión de esa mujer (…) Lo otro es dejarlas aisladas en el medio de su drama. Es hipócrita”.
 
Miremos a los políticos de nuestro alrededor; desde los más inmediatos a los que están más lejos y no encontraremos una línea discursiva comparable. Cómo no estar de acuerdo con Mujica cuando afirma que son “los sucesos los que gobiernan a los hombres, no los hombres los que gobiernan a los sucesos” o cuando recuerda que “vivir mejor no solo es tener más, sino ser más feliz” y que “para vivir hay que tener libertad y para tener libertad hay que tener tiempo”. ¡Qué hermosa reivindicación de este bien escaso que es el tiempo!
 
Han propuesto a José Mujica como candidato a Premio Nobel de la Paz, un reconocimiento suficientemente prostituido como para que su posible concesión sea utópica. “La paz se lleva dentro; el premio ya lo tengo”, responde cuando le preguntan por esa posibilidad.
 
La paz es una idea que sobrevuela el pensamiento de José Mujica: “La paz es porvenir y lo otro pasó. Nadie te puede devolver lo que perdiste”. ¡Qué gran enseñanza para todos nosotros, sobre todo los paisanos de sus ancestros, aquí y ahora!
 
  

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