Los
occidentales somos hoy todos Nerón. El emperador tocaba la lira mientras Roma
ardía por los cuatro costados. Nosotros miramos a El Cairo y nos hacemos
preguntas retóricas, sin respuesta: ¿es “bueno”, es “aceptable” un golpe
militar porque derroca a un gobierno que, aunque elegido por los ciudadanos, va
acabando con las libertades de estos?
Y
rememoramos, ante el álbum de fotos, aquel viejo viaje a Egipto: la puesta del
sol en las Pirámides, la monumentalidad de Abu Simbel, el plácido crucero por
el Nilo, el calor en el valle de las Reinas y el divertido caos de la capital,
museo egipcio incluido. Cuando nos prometimos volver. En esto sí hay acuerdo:
no es momento.
Seguramente
tardará en serlo de nuevo. Egipto es hoy un polvorín de 82 millones de
habitantes al que acaba de verterse mucha gasolina. Escribo esto cuando los
Hermanos Musulmanes, ganadores de las elecciones, apartados del gobierno por
los militares, represaliados con saña estas últimas semanas, parecen iniciar un repliegue estratégico para encontrar
refugio en la clandestinidad; cuando lo peor de la represión parece haber
pasado.
Egipto
es un país clave en la santabárbara de Oriente Medio, donde no hay que olvidar
a Siria, aunque su guerra civil se haya visto desplazada de los titulares de la
prensa por el golpe egipcio ni, por supuesto, el interminable conflicto de
israelíes y palestinos, el ejemplo máximo del tancredismo de que por decenios
los occidentales somos capaces. Cada vez me convenzo más de que nuestro héroe y
modelo de comportamiento es Nerón.
La de
Egipto es hoy la más acuciante, pero no deja de ser una muestra más de las
guerras entre religión y laicismo que se libran en el universo árabe. Las
analizaba recientemente el que fuera ministro de Exteriores de Israel, Shlomo
Ben Ami; lo hacía con rigor, seguramente con acierto y argumentaba: “Es el tipo
de batalla entre César y Dios que Europa tardó siglos en dilucidar”. Débil
consuelo. Los comportamientos sociales deben avanzar hoy a otro ritmo; sería
exigible que así fuera en nombre del progreso social y científico por el que
venimos transitando y, sin duda, avanzando. Progreso y avance que solo desde Al
Qaeda y aledaños pueden negarse.
Del
silencio culpable occidental en relación a Egipto, no son excepción los Estados
Unidos. Y mejor que siguieran callados si cuando hablan argumentan como en el
día siguiente al golpe, en fecha tan significativa para los EE.UU. como es el 4
de julio, el Wall Street Journal
editorializaba: “Los egipcios serán afortunados si sus nuevos generales
gobernantes siguieran el ejemplo del chileno Augusto Pinochet, quien asumió el
poder en medio del caos, pero reclutó a reformistas partidarios del libre
mercado y generó una transición hacia la democracia”.
Henry
Kissinger estuvo detrás del golpe que derrocó a Allende en Chile y llevó el
terror a los chilenos y a él se le atribuye la cínica reflexión: “lo ilegal lo
hacemos inmediatamente; lo anticonstitucional nos cuesta un poco más”. Si
Pinochet es modelo para el golpe militar egipcio estamos arreglados. Seguiremos
mirando las fotos y recordando lo hermoso y emocionante que un día fue conocer
Egipto. Y reiteraremos la promesa de volver.

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