jueves, 22 de agosto de 2013

EGIPTO

Los occidentales somos hoy todos Nerón. El emperador tocaba la lira mientras Roma ardía por los cuatro costados. Nosotros miramos a El Cairo y nos hacemos preguntas retóricas, sin respuesta: ¿es “bueno”, es “aceptable” un golpe militar porque derroca a un gobierno que, aunque elegido por los ciudadanos, va acabando con las libertades de estos?

Y rememoramos, ante el álbum de fotos, aquel viejo viaje a Egipto: la puesta del sol en las Pirámides, la monumentalidad de Abu Simbel, el plácido crucero por el Nilo, el calor en el valle de las Reinas y el divertido caos de la capital, museo egipcio incluido. Cuando nos prometimos volver. En esto sí hay acuerdo: no es momento.

Seguramente tardará en serlo de nuevo. Egipto es hoy un polvorín de 82 millones de habitantes al que acaba de verterse mucha gasolina. Escribo esto cuando los Hermanos Musulmanes, ganadores de las elecciones, apartados del gobierno por los militares, represaliados con saña estas últimas semanas, parecen iniciar  un repliegue estratégico para encontrar refugio en la clandestinidad; cuando lo peor de la represión parece haber pasado.

Egipto es un país clave en la santabárbara de Oriente Medio, donde no hay que olvidar a Siria, aunque su guerra civil se haya visto desplazada de los titulares de la prensa por el golpe egipcio ni, por supuesto, el interminable conflicto de israelíes y palestinos, el ejemplo máximo del tancredismo de que por decenios los occidentales somos capaces. Cada vez me convenzo más de que nuestro héroe y modelo de comportamiento es Nerón.

La de Egipto es hoy la más acuciante, pero no deja de ser una muestra más de las guerras entre religión y laicismo que se libran en el universo árabe. Las analizaba recientemente el que fuera ministro de Exteriores de Israel, Shlomo Ben Ami; lo hacía con rigor, seguramente con acierto y argumentaba: “Es el tipo de batalla entre César y Dios que Europa tardó siglos en dilucidar”. Débil consuelo. Los comportamientos sociales deben avanzar hoy a otro ritmo; sería exigible que así fuera en nombre del progreso social y científico por el que venimos transitando y, sin duda, avanzando. Progreso y avance que solo desde Al Qaeda y aledaños pueden negarse.

Del silencio culpable occidental en relación a Egipto, no son excepción los Estados Unidos. Y mejor que siguieran callados si cuando hablan argumentan como en el día siguiente al golpe, en fecha tan significativa para los EE.UU. como es el 4 de julio, el Wall Street Journal editorializaba: “Los egipcios serán afortunados si sus nuevos generales gobernantes siguieran el ejemplo del chileno Augusto Pinochet, quien asumió el poder en medio del caos, pero reclutó a reformistas partidarios del libre mercado y generó una transición hacia la democracia”.


Henry Kissinger estuvo detrás del golpe que derrocó a Allende en Chile y llevó el terror a los chilenos y a él se le atribuye la cínica reflexión: “lo ilegal lo hacemos inmediatamente; lo anticonstitucional nos cuesta un poco más”. Si Pinochet es modelo para el golpe militar egipcio estamos arreglados. Seguiremos mirando las fotos y recordando lo hermoso y emocionante que un día fue conocer Egipto. Y reiteraremos la promesa de volver. 


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