lunes, 27 de enero de 2014

LOBOS

Tres horas que se fueron en un suspiro. La proyección de “El lobo de Wall Street” me dejó pegado al asiento. Las mejores referencias de la película se habían confirmado. La magia del cine volvía a obrar el milagro con el relato de la peripecia vital de Jordan Belfart, un agente de bolsa de Nueva York magistralmente interpretado por Leonardo DiCaprio con la extraordinaria dirección de Martin Scorsese.

No hay en la narración de las andanzas del protagonista, un canalla de la peor catadura, asomo de juicio moral. No acostumbra a hacerlo Scorsese, productor ejecutivo de la muy notable serie “Boardwalk Empire” por la que desfila una colección de personajes a cual más sinvergüenza. Es tiempo de la prohibición; todos los que tienen cierta relevancia en la serie son auténticos hijos de puta; sobre nadie se emite un dictamen más o menos ético.

“El lobo de Wall Street” es en alguna medida heredera lejana de aquella “Wall Street” (1987) de Oliver Stone, que describe la depravación económica en el símbolo del capitalismo mundial. Me ha parecido ver también algo de “El Capital” (2012) de Costa Gavras, la del ascenso imparable, desde la nada, de su banquero protagonista, que robaba a los pobres para dárselo a los ricos.

Pero tiene un lenguaje cinematográfico propio que la hace inconfundible y creo que inigualable. Me ha hecho entender muy gráficamente, por ejemplo y es solo un ejemplo, qué es eso de ir “hasta el culo de cocaína”.

El mismo día que fui a ver “El lobo de WS” se hizo pública la filtración de los documentos de Chinaleaks, millones de archivos sobre fortunas ocultas de la élite política y económica del país que es la segunda economía del mundo. Y China, no se olvide, es un país dirigido por un partido único, el Partido Comunista Chino. Sin embargo, no veo que su modelo de glorificación de la riqueza sea muy diferente al de los Estados Unidos. Leo hoy mismo que el 71% de los chinos reconoce medir su éxito por las cosas que posee.

Lo que conocí de Chinaleaks hizo inevitable establecer un paralelismo, este que traigo a este blog. Porque no acabaron aquí las coincidencias en el tiempo. Aquel día de la semana pasada se iniciaba una nueva ronda del Foro Económico Mundial en Davos (Suiza), para el que habían encargado un informe a Intermon Oxfam, con un enunciado sugerente: “Secuestro democrático y desigualdad económica”.

El informe concluye que 83 personas en el mundo acumulan la misma riqueza que los 3.500 millones que componen la mitad más pobre de la población mundial. Revela que la mitad de la riqueza del mundo está en manos del 1% de la población. Entre otras cosas, igual de significativas.

Y de nuevo a pensar en China. Porque en ningún lugar como allá se cierra la puerta a la democracia y se multiplica la desigualdad. En ningún sitio como en China se garantiza el “orden” para un mejor funcionamiento de la economía global. Lo peor del capitalismo y lo peor del comunismo, de la mano.

Entre los lobos de WS y los tigres de Beijing, puestos a elegir, parecen aún peores estos últimos. En Wall Street se juega con la ambición, a menudo desmedida, de la gente que solo piensa en enriquecerse. En China, con la desinformación de cientos de millones, herederos de la profecía de Mao: “el sistema socialista reemplazará con el tiempo al sistema capitalista”.


Scorsese no hace, repito, juicios morales en sus películas y tendría gracia que pretendiera hacerlo yo. Pero sí quiero exponer una incomodidad: temo que el modelo Jordan Belfart pueda tomarse como referencia entre la gente joven. Y teniendo en cuenta que alguien como Mario Conde llegó a ser referente  en los pasados 80, no creo exagerar si advierto de ese riesgo. El lobo de WS es, sin duda, mucho más divertido.


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