martes, 8 de julio de 2014

MUNDIAL

Vengo queriendo escribir de la Copa del Mundo de fútbol desde que empezó la competición. Aplacé el primer impulso; también el segundo, en la fase de grupos, cuando el fútbol fue mejor; pensé que no pasaría de octavos en silencio; que sería con toda la emoción de los cuartos, luego. Hoy arrancan las semifinales y no puedo esperar más. Me pongo a la hoja en blanco cuando seguramente está ya todo dicho; cuando pretender ser mínimamente original es imposible; cuando del Mundial ha escrito a estas alturas hasta el autor más insospechado y menos interesado en el fútbol.

A punto de que me pase lo que a la orquesta de Tolosa, que afinando los instrumentos se le acabaron las fiestas, ya he vencido la indolencia que me ha atacado. ¡Y mira que la Copa del Mundo me importa! La vivo apasionadamente desde el primer minuto; leo y escucho sin parar de ella y, en los huecos, hablo también. Y sin embargo, mi hoja mundialista lleva un mes en blanco.

Esta noche llega la primera semifinal con el cuadro soñado por la FIFA (esa “manga de hijos de puta” en el exceso verbal de mi admirado José Mújica, el presidente de Uruguay) con el doble duelo América-Europa, con cuatro selecciones que suman más de 20 finales y 10 títulos en la competición.

No es cosa de ponerse a los pronósticos a estas alturas, cuando en pocas horas los resultados serán certezas y todo nuestro interés se centrará en el domingo 13 de julio, en la gran final. El momento en el que una regla no escrita certificará que el Mundial en América es para los americanos. Deseo con toda mi alma que gane Argentina.

A nadie que me conozca le sorprenderá mi preferencia. Sí pareció sorprenderse más de uno en mi elección en el Brasil-Colombia. ¿Por qué vas con los colombianos?, me preguntaban. Por la literatura, era mi respuesta. Lamenté muy sinceramente la eliminación de Colombia, que había sido un equipo valiente y nos había descubierto un futbolista extraordinario en James, el autor del gol del campeonato.

Pero Brasil tenía que estar en la semifinal de hoy, sí o sí. La tradición y otros valores menos etéreos, más materiales, pesan mucho. La magia ha desaparecido del equipaje futbolístico de Brasil.

En un campeonato que va  de más a menos, los rivales europeos de los equipos americanos en semifinales son los que en algún momento han hecho el mejor fútbol: la primera mitad de Alemania frente a Portugal y la segunda parte de Holanda contra España. Luego, como los demás, se han instalado en la mediocridad. La Copa del Mundo está siendo muy disputada, tremendamente emotiva, dramática como nunca, pero futbolísticamente pobre. Los equipos se han igualado por abajo.

Hay algo que me ha gustado de este Mundial: la reivindicación de los porteros como figuras determinantes de sus selecciones, no solo a la hora del resultado de los partidos, sino en el desarrollo de todo el juego. Con independencia de los muchos encuentros resueltos en la tanda de penaltis, los porteros han sido los especialistas que, en conjunto, han ofrecido el nivel más alto.

Me alegro de que haya sido así. Y cómo no recordar, al reivindicar la figura del arquero, a Alfredo Di Stefano, fallecido ayer y su cínica sentencia: “al portero no le pido que ataje las que van dentro, me vale con que no meta las que vayan fuera”. Los porteros, repito, me han parecido el colectivo más brillante.

Que las Copas del Mundo jugadas en América fueran para los americanos (como las que se jugaban en Europa las han ganado los europeos con la sola excepción de Brasil en Suecia) tenía su lógica en otro tiempo. Cuando cruzar el Atlántico era un gran viaje; cuando los futbolistas americanos en Europa eran la excepción y no, como ahora, la norma; cuando los ciclos competitivos eran opuestos y unas selecciones llegaban agotadas y otras les esperaban frescas. En definitiva, cuando el fútbol no era aún el gran fenómeno globalizado que es hoy.

¿Y Argentina? Su mejor mitad fue la primera del partido de cuartos frente a Bélgica. No vamos a pararnos hoy en más detalles. Bueno, solo uno: Messi controló el juego desde una posición privilegiada, dosificó el esfuerzo y guardó lo mejor para la semifinal de mañana y la final del domingo, la fecha señalada en su calendario para alcanzar la categoría de leyenda.



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