martes, 28 de julio de 2015

VIDA


 Mediada la primavera empecé a interesarme en un asunto que en el verano se ha hecho obsesión y que ni sucesos tan graves y determinantes como acabará siendo la crisis de Grecia han conseguido distraer de mi mente.

En el origen está el artículo de Tim Urban que Eva Millán tradujo para Verne, acerca de la paradoja de Fermi (el físico Enrico Fermi), quien se pregunta: ¿Dónde está todo el mundo? Y si existen miles de millones de posibilidades de que haya civilizaciones inteligentes, ¿por qué ninguna ha contactado todavía con nosotros?

Las cifras brutales de estrellas que los físicos y astrónomos manejan, inabarcables para el humano medio me tenían, literalmente, sobrecogido. Y tuve la impresión de que por aquel mes de mayo pasado en todas partes se hablaba de algo relacionado: estrellas, planetas, vida extraterrestre. Y que lo hacía todo aquel al que entrevistaran, fuera astronauta, folklórica o matemático. Hablaban de vida más allá de nuestro planeta con naturalidad y convicción. Parecía, me parecía, que no había otra conversación posible.

Llegó Shostak y dijo lo mismo, solo que en una escala numérica comprensible: “El análisis del telescopio Kepler revela que una de cada cinco estrellas tienen planetas que pueden tener vida. Si miras a 100 estrellas, 20 de ellas tienen planetas como la Tierra”. Se entiende perfectamente. Pero me gusta su reflexión estadística: “Eso son decenas de miles de posibilidades, solo en la Vía Láctea. Pueden ser estériles, pero eso nos convertiría en un milagro. Y en la ciencia, cuando crees en los milagros, normalmente te equivocas”.

Porque lo otro, lo que me tiene sumido en la confusión y no me resisto a reproducirlo, con la esperanza quizás de que, compartido, resulte ser menos agobiante, viene a ser, cero arriba cero abajo, de este pelo: Hay tantas estrellas en nuestra galaxia (entre 100.000 y 400.000 millones) como galaxias hay en el universo observable. Así que por cada estrella en la colosal Vía Láctea hay toda una galaxia ahí fuera. Si las sumamos todas llegamos al intervalo de entre 10 elevado a la 22 y 10 elevado a la 24 estrellas en total. Se entiende que esté perdido, espero.

Sigo en el artículo de Urban, que orbita alrededor de la paradoja de Fermi. Dice, aplicando los cálculos más conservadores, pues los científicos no se ponen de acuerdo sobre el porcentaje de estrellas de tipo solar ni sobre el porcentaje de esas estrellas de tipo solar que pueden ser orbitadas por un planeta similar a la Tierra, que en el universo habría, en total, 100 millones de billones de planetas parecidos a nuestra Tierra. Y, repito, es la conclusión de los cálculos más conservadores.

Reconozco que no me atrevía a pelear una vez más con mi ignorancia científica y flagelarme de nuevo ante quienes tengan la paciencia de leerme. Pero dos hechos, la semana pasada, han removido la obsesión del verano. Cronológicamente, el primero fue el anuncio hecho por Stephen Hawking en la Royal Society de Londres, de un proyecto por el que tratará de encontrar en la Vía Láctea y otras cien galaxias cercanas señales de vida extraterrestre en los próximos diez años. Le financia un multimillonario ruso.

La segunda fue la noticia del hallazgo del primer planeta que orbita en la zona habitable de una estrella similar al Sol, lo que lo convierte en un firme candidato a albergar vida: “un primo, más grande y más viejo de la Tierra” en expresión de la NASA.

No sé si por alguna de estas vías podrá darse respuesta a la paradoja de Fermi, irresoluble en el momento actual en el que el desacuerdo del mundo científico podría parecerse a debates como los que hubo en otro tiempo: ¿Es redonda la Tierra? ¿Gira la Tierra alrededor del Sol o es al revés?


Escribo este 28 de julio con Felix, 15 años después, en el recuerdo. No creo que nunca se marease con cálculos estadísticos como estos que hoy cuento sobre la posibilidad de vida extraterrestre. Pero vio al Yeti en el Himalaya y le fotografió. Yo vi la fotografía.



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