martes, 11 de agosto de 2015

MÁS QUE UNA HUELLA


No sé si entre los lectores de este blog hay algún peruano. Me gustaría que no, sobre todo cuando publiqué el “Intro al Perú” del pasado 30 de abril. Puestos a elegir, que no lo hubiera leído nadie; tal vez, desearía no haberlo escrito.

Decía entonces no haber conseguido advertir indicio alguno de la presencia de Sendero Luminoso en el Perú que había visitado ese mismo mes. “Ni trapos ni pintadas”, escribía (disculpas por la autocita) que reflejaran la huella del grupo maoísta que decidí era, definitivamente, cosa del pasado.

Cuando, con el comienzo de agosto me sobresaltó la noticia de la recuperación por la policía y el ejército peruanos, en un paraje de la selva central del Perú, de un grupo importante de niños y adultos cautivos de Sendero Luminoso, quise comerme haberme comido mis palabras de abril. La organización terrorista está viva en algunos lugares, con capacidad de secuestrar y mantener cautivos por un espacio de 30 años a hombres y mujeres.

Los primeros, para trabajar en los campos de cultivo que Sendero Luminoso controla, campos a los que llega como mano de obra sustituta los niños que alumbran las segundas, a las que obligan a embarazarse. Y todos ellos, mayores y menores, “sometidos a unas condiciones deplorables de salud y desnutridos”, según el relato de los rescatadores.

Lamento mi miopía como observador, de la que ya advertí en el post de abril. Había visitado el Perú y lo había hecho como turista, aislado en la burbuja que corresponde a esa categoría de pretendidos viajeros. Y, sin embargo, quise sacar conclusiones de experto.

Ya me había alarmado un poco Vargas Llosa en un artículo de mayo en “El País”: “(…) quien vive en el Perú, donde acabo de pasar una temporada, puede tener una impresión muy diferente: la de un país exasperado, al borde de la catástrofe por la ferocidad fratricida de las luchas políticas, y al que las huelgas antimineras, en Cajamarca y Arequipa sobre todo, la corrupción que se encarniza en las regiones por culpa de las mafias locales y el narcotráfico y la agitación social están haciendo retroceder y acercarse de nuevo al abismo, es decir, a la barbarie del subdesarrollo e, incluso, del quiebre constitucional”.

Pero nada como el sobresalto que provoca constatar que la Vía Láctea no ha ocupado, como ingenuamente pensé, el lugar de Sendero Luminoso. Nunca será así mientras haya personas de todas las edades sometidas, esclavizadas, en nombre de un fanatismo al que la utopía se le quedó corta y le abandonó hace ya mucho tiempo.


Hablando del Perú, recomendaba vivamente visitarlo y ponía el acento en determinados destinos. Sostengo la recomendación pero debo añadir: eviten visitar el valle de los ríos Apurimac, Ene y Mantaro, núcleo central de la actividad senderista. Aunque sea allá, precisamente, donde pueda quedar rastro de los trapos rojos al viento y de las proclamas revolucionarias en las paredes que el turista que fui en abril parecía añorar.

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