No sé si entre los lectores de este blog hay algún
peruano. Me gustaría que no, sobre todo cuando publiqué el “Intro al Perú” del
pasado 30 de abril. Puestos a elegir, que no lo hubiera leído nadie; tal vez,
desearía no haberlo escrito.
Decía entonces no haber conseguido advertir indicio
alguno de la presencia de Sendero Luminoso en el Perú que había visitado ese
mismo mes. “Ni trapos ni pintadas”, escribía (disculpas por la autocita) que
reflejaran la huella del grupo maoísta que decidí era, definitivamente, cosa
del pasado.
Cuando, con el comienzo de agosto me sobresaltó la
noticia de la recuperación por la policía y el ejército peruanos, en un paraje
de la selva central del Perú, de un grupo importante de niños y adultos
cautivos de Sendero Luminoso, quise comerme haberme comido mis palabras de
abril. La organización terrorista está viva en algunos lugares, con capacidad
de secuestrar y mantener cautivos por un espacio de 30 años a hombres y
mujeres.
Los primeros, para trabajar en los campos de cultivo que
Sendero Luminoso controla, campos a los que llega como mano de obra sustituta
los niños que alumbran las segundas, a las que obligan a embarazarse. Y todos
ellos, mayores y menores, “sometidos a unas condiciones deplorables de salud y desnutridos”,
según el relato de los rescatadores.
Lamento mi miopía como observador, de la que ya advertí
en el post de abril. Había visitado el Perú y lo había hecho como turista,
aislado en la burbuja que corresponde a esa categoría de pretendidos viajeros.
Y, sin embargo, quise sacar conclusiones de experto.
Ya me había alarmado un poco Vargas Llosa en un artículo
de mayo en “El País”: “(…) quien vive en el Perú, donde acabo de pasar una
temporada, puede tener una impresión muy diferente: la de un país exasperado,
al borde de la catástrofe por la ferocidad fratricida de las luchas políticas,
y al que las huelgas antimineras, en Cajamarca y Arequipa sobre todo, la
corrupción que se encarniza en las regiones por culpa de las mafias locales y
el narcotráfico y la agitación social están haciendo retroceder y acercarse de
nuevo al abismo, es decir, a la barbarie del subdesarrollo e, incluso, del
quiebre constitucional”.
Pero nada como el sobresalto que provoca constatar que la
Vía Láctea no ha ocupado, como ingenuamente pensé, el lugar de Sendero
Luminoso. Nunca será así mientras haya personas de todas las edades sometidas,
esclavizadas, en nombre de un fanatismo al que la utopía se le quedó corta y le
abandonó hace ya mucho tiempo.
Hablando del Perú, recomendaba vivamente visitarlo y
ponía el acento en determinados destinos. Sostengo la recomendación pero debo
añadir: eviten visitar el valle de los ríos Apurimac, Ene y Mantaro, núcleo
central de la actividad senderista. Aunque sea allá, precisamente, donde pueda
quedar rastro de los trapos rojos al viento y de las proclamas revolucionarias
en las paredes que el turista que fui en abril parecía añorar.
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