viernes, 29 de abril de 2016

AUSBANC


Todo el mundo en el sector financiero sabía que Ausbanc chantajeaba a las entidades (grandes, medianas y pequeñas; a todas). Y nadie denunciaba la extorsión por lo que extendió su chantaje a otros sectores de actividad como los seguros y la energía. El dinero siempre ha sido miedoso, cobarde. Todo el mundo sabía y casi todo el mundo tragaba.

Se ha destacado estos días en los que un juez ha desmontado el tinglado Ausbanc acusando a su principal dirigente de un sinnúmero de tropelías, como excepción a la norma, la postura diferente a la de la mayoría que han sostenido BBVA y Bankia que, en su momento, se habían negado a seguir pagando.

Lo hicieron hasta que dejaron de hacerlo y empezaron entonces a lloverles los palos y las inculpaciones ante los tribunales. No dieron el paso de acusar, que la audacia tiene sus límites. Y hablamos del sistema financiero.

Tampoco los medios de comunicación, conocedores de la situación, la denunciaron. El dinero es cobarde y los medios no son valientes en según qué cosas; nunca lo son cuando piensan en el techo de cristal que nos recubre y algún ingenuo cree que nos oculta.

Cuento hoy una mínima historia de la que probablemente es la única, auténtica excepción, al sometimiento general del sector financiero al chantaje de Ausbanc. La viví en primera persona en las primaveras de 2006 y 2007.

Para entonces había recibido, en mi puesto de trabajo en Kutxa, varias visitas del entonces delegado de Ausbanc en el PaísVasco, un tal Aitor Beldarrain. Le traía siempre un mismo objetivo: que Kutxa, la Caja de Ahorros de Gipuzkoa y San Sebastián se anunciara en las publicaciones que su asociación editaba; que comprara los informes que elaboraban; que patrocinara actos en colaboración con Ausbanc.

Las contrapartidas que ofrecía estaban en el ambiente. Nunca tuvo una respuesta positiva; ni esperanzas de tenerla alguna vez, creo.

Ausbanc decidió cambiar de estrategia y apuntó más alto: vendría el mismo presidente, Luis Pineda, a negociar con el director general. Este pidió mi opinión. Cuando la conoció decidió (o se reafirmó en su decisión) no recibirle. Si venía, se entrevistaría conmigo.

El 5 de abril de 2006 un visiblemente incómodo Luis Pineda y su delegado tuvieron que conformarse con mi interlocución. Y marcharse sin promesa alguna. El 31 de mayo, Beldarrain volvió a verme para entregar en mano una carpeta que contenía una amplia propuesta de “colaboración”.

En el brevísimo informe con el que acompañé la carpeta que hice llegar a la dirección califiqué la propuesta de “disparatada” y sugerí “un contraste con otras entidades” que, si se produjo, nunca supe qué resultado dio.

En junio, reiteré al delegado en Euskadi de Ausbanc nuestro rechazo a su oferta. Justo un año después Luis Pineda volvió a San Sebastián pero no nos visitó. Venía, dijo, a inaugurar una oficina de su asociación en Donostia que tenía, entre otros objetivos “intentar poner remedio a algunas prácticas malas de Kutxa. En lo demás, encontrará un estupendo aliado en nosotros”, declaró. (El Diario Vasco, 29 de junio de 2007).

Pineda había reunido a los medios de comunicación locales a quienes anunció, según recogía la misma información, que demandaría a Kutxa “por el cobro de comisiones abusivas en relación a las tarjetas de crédito y por publicidad engañosa”.

Hasta aquí los hechos, que he evitado adornar. Y no, no denuncié, no denunciamos. El mundo financiero no se nutre de héroes, aunque sean héroes menores. Pero tampoco llevo días tratando de borrar de las memorias de Kutxa las referencias a los premios, galardones y reconocimientos que, afortunadamente, nunca nos dio Ausbanc, que otros exhibieron con falso orgullo y cuyo rastro tratan ahora de desvanecer.



No hay comentarios:

Publicar un comentario