El viernes pasado se constituyó el Parlamento vasco salido de las elecciones del 25 de septiembre. Aparentemente, todo conduce a una alianza, a una colaboración estrecha del partido ganador de aquellos comicios, el PNV y del gran derrotado en la misma fecha, el PSE. Iñigo Urkullu seguirá siendo lehendakari y poco o nada cambiará en una administración que lo ha hecho razonablemente bien los últimos cuatro años.
Ayer domingo se produjo el giro copernicano en la posición del PSOE cuando su comité federal acordó, por medio de la abstención de todo o parte de su grupo parlamentario, hacer posible que el PP continúe gobernando. Mariano Rajoy dejará de ser presidente en funciones para serlo de pleno derecho en medio de una extraña situación a la que envuelve la mayor corrupción de que se tiene noticia en muchos, muchos años.
Pero diré aquí lo que vengo sosteniendo los últimos meses ante los amigos que tienen la paciencia de escucharme: más allá de quienes nos gobiernan en la distancia corta (PNV) o en la media distancia (PP) nuestras vidas van a verse influidas por quien gane en la elección presidencial del 8 de noviembre en los Estados Unidos. Sobremanera si esas elecciones las gana Donald Trump, el colmo del despropósito.
¿Qué pasará si el día 9 nos despertamos con su victoria? Ni de lejos esperaba yo el resultado en el referéndum del Brexit; menos aún el que se registró este mismo mes en el referéndum de Colombia. Han sido dos tremendos puñetazos que me han vuelto no sé si más cauto o más miedoso; que hacen crecer en mí una visión pesimista del futuro.
¿Trump presidente? Hemos agotado las descalificaciones hacia esa despreciable figura. Pero, desahogos aparte, sirven de poco. Hace unas semanas hablaba de este asunto con un insigne científico estadounidense que, lejos de tranquilizarme, añadió incertidumbre: en los Estados Unidos hay muchos idiotas, muchos. Y votan.
Recordamos en la conversación a otro político norteamericano, Frank Dane, quien hace muchos decenios emitió una sentencia que amenaza con ser profecía en pocos días: “Si consigues que todos los tontos estén de tu parte, podrás conseguir que te elijan para cualquier cosa”.
También estamos preocupados, me decía el científico, porque ante el peor candidato imaginable la Sra. Clinton no arrasa, apenas le supera en las encuestas. Y ¿quién se fía hoy de las encuestas?
Escribo en un estado de perplejidad del que confío en salir en poco más de dos semanas. Cuando al despertarme no me importe comprobar que el candidato seguía allí; que no le habían hecho, como en la pesadilla, como en la profecía, presidente.
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