Agotado y lleno de palabras he puesto mi punto final a la
lectura de 4 3 2 1, la monumental
novela de Paul Auster. Lleno de palabras pero vacío de ideas; decepcionado, en
resumen.
Tienen razón los críticos cuando señalan que solo alguien
con la edad, experiencia y bagaje literario como Auster podría llevar a término
un proyecto así. Es preciso añadir que solo a alguien con la trayectoria del
autor de La trilogía de Nueva York y
de El libro de las ilusiones (mi
favorito) le publicarían una obra a la que le falta originalidad aunque le
sobre oficio de escribir.
La novela, encaramada a los primeros lugares en las
listas de ventas en Estados Unidos desde su primera edición la pasada
primavera, una de las más vendidas también entre nosotros, juega con las cuatro
vidas posibles (podrían haber sido ocho, o 16) de un joven norteamericano en un
par de décadas, las de los 50 y 60 del pasado siglo.
El “qué hubiera pasado si”, frecuentemente explotado en
el cine como en la literatura permite a Auster trazar escenarios vitales
diferentes para su protagonista en quien la vocación de ser escritor invita a
adivinar un alter ego del autor. Cuatro vidas distintas que remiten a una
referencia repetida entre quienes hablamos en castellano: solo la primera letra
cambia entre suerte y muerte.
En 4 3 2 1
abundan los tópicos relativos a los estudiantes norteamericanos que piensan en
la universidad a la que irán de mayores cuando están en el instituto; en la
Europa que visitarán cuando se licencien; y en follar todo el rato. Muy
presente el tópico que no puede faltar como envoltorio de la historia: la
ciudad de Nueva York como meca de todas las aspiraciones. Y en menor medida,
pero siempre presente, un entorno de familias judías que aún parecen estar en busca
de su lugar en la sociedad estadounidense.
La obra quiere, en un nivel parecido al núcleo de la
historia, ser también un reflejo fiel de esas dos décadas de vida convulsa en
la historia del país. Es el tiempo de los asesinatos de los hermanos Kennedy y
Luther King; los años del comienzo del fin de la discriminación racial; los del
inicio, aunque no del término, de la guerra de Vietnam; también de la llegada
del hombre a la luna… Y en estas
referencias, como en otras de índole deportiva relativas sobre todo al béisbol,
se emplea a fondo Paul Auster.
El retrato resultante, por el encuadre, por la luz, la
belleza de los modelos, puede aparecer hermoso, pero no emociona. Una
valoración más cínica que crítica me llevaría a calificar a 4 3 2 1 como hemeroteca novelada. Y,
bueno, me ha dejado para el recuerdo la nota autobiográfica de su protagonista
en la edición de su primer libro: “A
Isaac Ferguson, de diecinueve años, se le ve deambulando a menudo por las
calles de Nueva York. Vive en otro sitio”. Poco para 957 páginas.
La lectura de esta novela me ha ocupado en octubre los
tiempos libres (escasos) que dejaba el conflicto en Catalunya y toda la información
que ha generado. Y cada día, al igual que el primero, hemos seguido leyendo y
escuchando las opiniones que todo el mundo siente la necesidad de dar, sean
estas oportunas (pocas veces), sean originales (casi nunca), producto de la
reflexión (no abundan) o como altavoz del sentir o del interés de otros (la
inmensa mayoría).
Así, cada mañana he llegado a la conclusión de que el día
de la marmota en que parece haberse convertido nuestra vida crea adicción y
acabamos sintiéndonos cómodos en el casillero de salida al que regresamos cada
24 horas. Este mes de octubre me reafirma en hasta qué punto somos esclavos de
nuestros prejuicios. Porque eso son, formas de prejuicios y no razonamientos
con los que nos bombardean.
Creo sinceramente que ningún argumento razonablemente
expuesto habrá movido a nadie de la posición en la que estaba ante este
conflicto. Solo las salidas de tono, los excesos, las meteduras de pata habrán
logrado ese efecto. Las emociones, que no las razones.
Con el Día D del conflicto catalán viene pasando lo que
con las bodas y con los partidos del siglo, que son varios cada año. Tampoco
creo que el Día D vaya a serlo mañana ni pasado pero, por si acaso, habrá que seguir
con atención a lo que suceda que, sea lo que sea, volverá a provocar los ríos
de tinta y torrentes de palabras a los que aludían los tópicos periodísticos de
los que nos alimentaron a algunos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario