De vez en cuando me piden recomendaciones literarias. Me preguntan por libros y a través de mis sugerencias no son pocas las personas que han conocido a autores como Tomás Eloy Martínez o Haruki Murakami.
En más de una ocasión he intentado que compañeras y compañeros en el oficio periodístico leyeran “Conversación en la Catedral”, una obra que tiene bastante que ver con el ejercicio del periodismo y su relación con el poder político. Reconozco que no he tenido mucho éxito.
Últimamente recomiendo poesía, quizá porque yo mismo estoy leyendo bastante. Sintiéndome parte de esa inmensa minoría de la que hablaba Juan Ramón Jiménez, combatiendo la amenaza de decadencia intelectual jugando a un juego de juventud: memorizar los versos que me gustan y repetírmelos cuando creo que vienen a cuento. En cualquier caso, disfruto de la radicalidad y la precisión de las palabras que usan los poetas y me apropio de su pensamiento, que abarca todo el saber de la vida.
Con mayor frecuencia que de literatura me preguntan por opiniones relativas al deporte, en muchas de sus modalidades que modestamente he practicado en unos casos, sobre los que he puesto mi mirada curiosa las más veces. A menudo me encuentro hablando de la Real Sociedad; cuando va aparentemente bien, como ahora y cuando iba rematadamente mal (deportiva, económica y organizativamente) como hace muy poco tiempo.
Hablo bastante de la Real y me reconozco a día de hoy, finalizando este octubre de 2009, muy cauto en las opiniones. Sin ir de aguafiestas, un papel que nunca me ha gustado y sin dar alas a la euforia que no veo justificada. Si ésta de hoy fuera la situación en junio...
Pero ni literatura ni deporte. Sobre lo que más piden mi consejo (que deben apreciar porque lo atienden y aún lo reclaman segundas y más veces) es acerca de vino. Qué pedir en determinadas cartas de restaurantes, qué comprar para disfrutar de una cena o regalar en un compromiso. Me preguntan y estoy tan encantado de que lo hagan como respondiéndoles. Y comprobando, cuando algún día voy al restaurante por cuya carta de vinos se interesaba un amigo, o cuando llego a una vinoteca que aconsejé a un compañero, que habían hecho caso a mis recomendaciones. Me gusto en ese papel.
Y de pronto me he sentido amenazado. El artículo que me alarmó, de Bob Tedeschi en el New York Times, titulado “El sumiller en su teléfono móvil” en la versión española de El País, me coloca en una posición de futuro difícil. Suerte que mis ingresos no dependan de esta posición de consejero en materia de vinos en el que tan bien me siento; pero acabará resintiéndose mi influencia entre familiares, amigos y compañeros y eso me preocupa.
Voy al artículo. “Los creadores de programas para móviles han empezado a atender las necesidades de los amantes del vino y, para ello, han creado una de las categorías más útiles de aplicaciones inalámbricas, conocidas como apps.”
Hay cuatro grandes aplicaciones, una de las cuales, Wine Enthusiast, informa rápidamente de los vinos mejor considerados en determinados niveles de precio para su rápida localización en la tienda de vinos o en la carta del restaurante. Ni es poco ni es gran cosa.
Pero hay otra aplicación que me inquieta más (ya lo sé, hasta que la incorpore y me aproveche de ella, más pronto que tarde). Llega de la mano de Cor.kz, que tiene ya más de un millón de fichas creadas por unos 82.000 aficionados al vino; por gente que supongo más o menos como yo.
Se presenta como algo muy útil para quien pretende hacer una compra inteligente. Copio: “Escriba el nombre del vino que está barajando como posibilidad-por ejemplo, Del Dotto- y Cor.kz le facilitará toda la información disponible en la base de datos de Cellar Tracker’s sobre dicho caldo. Esto puede ser una bendición o una maldición. Los vinos de Del Dotto, un pequeño pero adorado viñedo en el Valle de Napa, California, tienen 581 fichas. Si escribe algo más en su iPhone, como “Del Dotto Cabernet 2005” Cor.kz le encontrará 95 entradas. Algunos de estos resultados incluyen una clasificación numérica. Para ahorrarse clics inútiles, elija esas listas. La clasificación es la media de los expertos de Cellar-Tracker’s, y dichas entradas incluirán también análisis detallados y precios de venta al por menor”.
¿Es o no como para sentirse amenazado?
Por el momento el público objetivo es el norteamericano pero no dudo de que pronto estará entre nosotros. ¿Mientras tanto? Mientras llega seguiré aconsejando vinos de Toro y de Mendoza. Sin exclusión de los procedentes de otras zonas, sean tradicionales o sean emergentes, valores de siempre o productos de moda. No puedo evitar manifestar mis simpatías por unos vinos, esos de Toro y de Mendoza que mencionaba y creo conocer bastante bien.
Porque un indicador que nunca pierdo de vista, sea quien sea el destinatario de mi comentario, es el de la relación calidad-precio. Es el argumento más objetivo que conozco en un mundo tan subjetivo como el del vino.
Pero hay que ir preparándose para esa jubilación que me anuncian los sumilleres que se asoman al teléfono móvil. Y esta noche en la que escribo, de luna limpia en un cielo claro con ambiente de viento sur pienso que la poesía puede no ser un mal refugio. Igual un día mis amigos me piden compartir una reflexión y puedo contarles, como a mí Gabino-Alejandro Carriedo (Palencia 1923-Madrid 1981) en su Nocturno: “Yo digo buenas noches a la noche”.
Y le doy las buenas noches a la noche con un “Dominio del Bendito” (Toro, 2008) recién llegado al mercado.
En más de una ocasión he intentado que compañeras y compañeros en el oficio periodístico leyeran “Conversación en la Catedral”, una obra que tiene bastante que ver con el ejercicio del periodismo y su relación con el poder político. Reconozco que no he tenido mucho éxito.
Últimamente recomiendo poesía, quizá porque yo mismo estoy leyendo bastante. Sintiéndome parte de esa inmensa minoría de la que hablaba Juan Ramón Jiménez, combatiendo la amenaza de decadencia intelectual jugando a un juego de juventud: memorizar los versos que me gustan y repetírmelos cuando creo que vienen a cuento. En cualquier caso, disfruto de la radicalidad y la precisión de las palabras que usan los poetas y me apropio de su pensamiento, que abarca todo el saber de la vida.
Con mayor frecuencia que de literatura me preguntan por opiniones relativas al deporte, en muchas de sus modalidades que modestamente he practicado en unos casos, sobre los que he puesto mi mirada curiosa las más veces. A menudo me encuentro hablando de la Real Sociedad; cuando va aparentemente bien, como ahora y cuando iba rematadamente mal (deportiva, económica y organizativamente) como hace muy poco tiempo.
Hablo bastante de la Real y me reconozco a día de hoy, finalizando este octubre de 2009, muy cauto en las opiniones. Sin ir de aguafiestas, un papel que nunca me ha gustado y sin dar alas a la euforia que no veo justificada. Si ésta de hoy fuera la situación en junio...
Pero ni literatura ni deporte. Sobre lo que más piden mi consejo (que deben apreciar porque lo atienden y aún lo reclaman segundas y más veces) es acerca de vino. Qué pedir en determinadas cartas de restaurantes, qué comprar para disfrutar de una cena o regalar en un compromiso. Me preguntan y estoy tan encantado de que lo hagan como respondiéndoles. Y comprobando, cuando algún día voy al restaurante por cuya carta de vinos se interesaba un amigo, o cuando llego a una vinoteca que aconsejé a un compañero, que habían hecho caso a mis recomendaciones. Me gusto en ese papel.
Y de pronto me he sentido amenazado. El artículo que me alarmó, de Bob Tedeschi en el New York Times, titulado “El sumiller en su teléfono móvil” en la versión española de El País, me coloca en una posición de futuro difícil. Suerte que mis ingresos no dependan de esta posición de consejero en materia de vinos en el que tan bien me siento; pero acabará resintiéndose mi influencia entre familiares, amigos y compañeros y eso me preocupa.
Voy al artículo. “Los creadores de programas para móviles han empezado a atender las necesidades de los amantes del vino y, para ello, han creado una de las categorías más útiles de aplicaciones inalámbricas, conocidas como apps.”
Hay cuatro grandes aplicaciones, una de las cuales, Wine Enthusiast, informa rápidamente de los vinos mejor considerados en determinados niveles de precio para su rápida localización en la tienda de vinos o en la carta del restaurante. Ni es poco ni es gran cosa.
Pero hay otra aplicación que me inquieta más (ya lo sé, hasta que la incorpore y me aproveche de ella, más pronto que tarde). Llega de la mano de Cor.kz, que tiene ya más de un millón de fichas creadas por unos 82.000 aficionados al vino; por gente que supongo más o menos como yo.
Se presenta como algo muy útil para quien pretende hacer una compra inteligente. Copio: “Escriba el nombre del vino que está barajando como posibilidad-por ejemplo, Del Dotto- y Cor.kz le facilitará toda la información disponible en la base de datos de Cellar Tracker’s sobre dicho caldo. Esto puede ser una bendición o una maldición. Los vinos de Del Dotto, un pequeño pero adorado viñedo en el Valle de Napa, California, tienen 581 fichas. Si escribe algo más en su iPhone, como “Del Dotto Cabernet 2005” Cor.kz le encontrará 95 entradas. Algunos de estos resultados incluyen una clasificación numérica. Para ahorrarse clics inútiles, elija esas listas. La clasificación es la media de los expertos de Cellar-Tracker’s, y dichas entradas incluirán también análisis detallados y precios de venta al por menor”.
¿Es o no como para sentirse amenazado?
Por el momento el público objetivo es el norteamericano pero no dudo de que pronto estará entre nosotros. ¿Mientras tanto? Mientras llega seguiré aconsejando vinos de Toro y de Mendoza. Sin exclusión de los procedentes de otras zonas, sean tradicionales o sean emergentes, valores de siempre o productos de moda. No puedo evitar manifestar mis simpatías por unos vinos, esos de Toro y de Mendoza que mencionaba y creo conocer bastante bien.
Porque un indicador que nunca pierdo de vista, sea quien sea el destinatario de mi comentario, es el de la relación calidad-precio. Es el argumento más objetivo que conozco en un mundo tan subjetivo como el del vino.
Pero hay que ir preparándose para esa jubilación que me anuncian los sumilleres que se asoman al teléfono móvil. Y esta noche en la que escribo, de luna limpia en un cielo claro con ambiente de viento sur pienso que la poesía puede no ser un mal refugio. Igual un día mis amigos me piden compartir una reflexión y puedo contarles, como a mí Gabino-Alejandro Carriedo (Palencia 1923-Madrid 1981) en su Nocturno: “Yo digo buenas noches a la noche”.
Y le doy las buenas noches a la noche con un “Dominio del Bendito” (Toro, 2008) recién llegado al mercado.
De lo mejorcito; juntar vino y poesia me resulta equilibrado y sugerente; más en noche de luna llena...
ResponderEliminarAS SORTES ( qué excelente consejo...)Pero ni los sumillers ni los consejeros se jubilarán a pesar de las nuevas tecnologias, mientras exista el hombre, la razón, y la amistad. Si no fuera así NO NOS SALVA NI LA POESIA.