Había
sido una conferencia científica con motivo de conmemorar los 60 años de
existencia del CERN. No había entendido prácticamente nada de lo que en ella se
dijo pero salí encantado de la sala. Debe ser la poética de la ignorancia,
pensé; y hasta lo dije a alguien en esos mismos términos.
Aquello
fue un martes. El sábado, al término de un recital de piano de Elisabeth
Leonskaja, advertí que seguía encantado, además de emocionado y que abandonaba
la sala instalado todavía (u otra vez) en la poética de la ignorancia. Muy
diferente, pero ignorancia al fin y al cabo.
En la
conferencia científica lamenté muy pronto mi escasa diligencia en las clases de
física del colegio, de las que apenas recuerdo algún nombre, algún enunciado.
Hasta me costó asimilar el tamaño del átomo que el conferenciante expresaba muy
gráficamente con el 1 precedido de nueve (puede que fueran diez) ceros.
Advertí
que lo único que entendía era aquello que los medios de comunicación habían
vulgarizado: la constatación de la existencia de la “Partícula de Higgs”,
popularizada como la “partícula de Dios”, lograda precisamente en un acelerador
del CERN; y el error acerca de la velocidad de los neutrinos por el que algunos
científicos se habían apresurado a tratar de derribar la teoría de la
relatividad de Einstein.
Elisabeth
Leonskaja, georgiana de origen ruso a la que describen como “la última gran
dama de la escuela soviética”, puso energía y pasión en cantidades
inconmensurables durante más de 60 minutos sola en el escenario ante el piano,
sin partituras, con todas las notas en su cabeza. Fue impresionante la
interpretación que hizo de “La Tempestad” del gran Beethoven.
Hace
casi 20 años que tenemos un piano en casa. Nunca me he pillado la mano con la
tapa porque nunca lo he abierto; no he cedido a la tentación de tocar una
tecla, ni negra ni blanca. En mi tiempo escolar la música no era obligatoria.
Sí lo era la física; ya les he adelantado con qué resultado.
No puedo
decir, como el poeta británico Samuel Taylor en 1802, que voy a conferencias
científicas (y recitales de piano) para “enriquecer mis provisiones de
metáforas”. Pero podría haber sido así. Ciencia, música y poesía comparten unos
vasos comunicantes que están poco explorados pero yo creo bastante reales.
No es la
opinión, desde luego, de quien con mucha mayor autoridad que yo denunciaba “las
nefastas consecuencias de que Ciencias y Humanidades hayan caminado, durante
demasiado tiempo, cada una por su lado” y lamentaba que “los puentes levadizos
entre ambas modalidades del saber estén fuera de servicio” (Charles Percy Snow,
en 1962).
Personaje
interesante este físico y novelista inglés que alcanzó la cumbre de la fama
tras una conferencia que pronunció en 1959 en la Universidad de Cambridge sobre
cuyo contenido volveré algún día. Decía Snow que cuando los no científicos se
burlaban de científicos que no habían leído literatura interesante desafiaba a
los primeros a enunciar el segundo principio de la termodinámica.
Cuando
supe del desafío (no en 1959 sino 50 años después) aprendí el principio y estoy
en condiciones de enunciarlo en su versión resumida, venga o no a cuento. De
termodinámica y su relación con la entropía también se habló en la conferencia
del otro martes; y estuve cerca de pillarlo.
Vuelvo
al origen de estas reflexiones. Me alegró conocer dos datos: que crece la
demanda de científicos para venir a investigar en San Sebastián, según se
afirmó en un acto; que la pianista Leonskaja ha decidido fijar su residencia en
Donostia, comentaron tras el segundo. Me ayudan a la repetir que la poesía nos
hace mejores; como personas y como sociedad.
El Gran Colisionador de Hadrones (CERN)

Hombre... nadie ha dicho que "ha decidido fijar su residencia en Donostia" eh... Es mejor dejar que los rumores desaparezcan por sí...
ResponderEliminarPero gracias por compartir las reflexiones... Buen fin de semana! Irás al recital de cámara mañana?